Hace noventa años el Partido Nacional Revolucionario buscaba consolidarse como la fuerza política hegemónica bajo el mando de una sola voluntad, la del Jefe Máximo, Plutarco Elías Calles. Todo lo que quedase fuera de ese partido sería la “reacción conservadora” —incluida la izquierda de la revolución—. Para que la hegemonía de ese partido pudiera construirse tenían un serio obstáculo: la Constitución de 1917. Acusando la huella profunda del maderismo, el texto de la carta magna había sido emitido con una clara vocación democrática y federalista. Hacer un partido que concentrara todo el poder era contrario a la letra y al espíritu constitucional. Sin embargo, esta voluntad concentradora del poder se inicia con Obregón en 1924. Consiguió que su bloque en el Congreso aprobara la reforma para su reelección, e hizo otros cambios, como quitar el nombramiento de los ministros de la Suprema Corte a las legislaturas estatales y nacional para dárselas al presidente y al Senado. Luego del asesinato de Obregón, Calles comprendió que en vez de buscar la reelección, la presidencia se fortalecería si se reducía el poder del Congreso, de las legislaturas estatales y de los municipios. La clave era suprimir la relección de legisladores y munícipes para controlar todas las candidaturas desde el PNR.

En un Congreso dominado por sus leales, el PNR hizo esa enmienda constitucional, que entró en vigor en 1933. Fue legitimada gracias a una hábil distorsión de la consigna maderista de la no-reelección que había impuesto el Constituyente solamente al presidente y los gobernadores. Al eliminar la reelección de los demás cargos se consiguió sujetar a la enorme mayoría de los aspirantes a cargos de elección del binomio partido-jefe máximo —después partido-presidente—. Los que jugaban por su cuenta eran perseguidos o suprimidos, es decir, irrelevantes. Esta historia puede leerse extensamente en el libro La regla ausente (https://amzn.to/3O6gyUS), y lo refiero porque ayuda a comprender la asombrosa similitud con el presente.

La cirugía mayor que se practicó a la Constitución le extirpó los motores democráticos que el Constituyente había ideado para que la revolución diera paso a la formación de un Estado democrático. Con tal amputación se echaron las bases necesarias para legitimar la “dictadura perfecta” que nos gobernó hasta 1997. Fue una verdadera lobotomía de la voluntad democrática con la que había nacido la revolución.

La iniciativa de reforma de Andrés Manuel López Obrador y su obedientes legisladores contiene el mismo ADN del hegemonismo presidencialista antidemocrático del siglo XX. AMLO pretende una cirugía mayor de la Constitución vigente, precisamente suprimiendo el motor que da vida a la democracia (débil, imperfecta, incompleta, inacabada, por cierto), que hoy tenemos y que costó décadas de lucha conseguir. La reforma quiere suplantar de facto el carácter imparcial y arbitral de la autoridad electoral autónoma (INE-TRIFE) con un órgano designado en la práctica por el bloque morenista, que se supone mayoritario y quiere ser hegemónico. La estratagema consiste en darle a un nuevo instituto la legitimidad del voto popular a los candidatos a consejeros que broten de las listas obviamente controladas por AMLO-Morena en los tres poderes de la Unión.

La semejanza con el Maximato no es mera coincidencia. Es la misma operación política de fondo sólo que con otras palabras. Los demás elementos de la reforma, sobre los que no puedo abundar aquí, complementarían el cuadro, dando al partido gobernante el control del órgano electoral y la mayoría de los puestos de representación. Al igual que en 1932-33, esta reforma se disfraza con los ropajes de la “verdadera” democracia (entonces “revolucionaria” y hoy “cuartotransformadora”). Si queremos que la democracia sobreviva, esta reforma y cualquiera otra que se le parezca tiene que ser rechazada por la oposición, que carga ya una abultada deuda moral con la sociedad civil democrática mayoritaria de este país. Con la histórica marcha de los demócratas el 13 de noviembre la tarea apenas empieza. Sigue ampliar el movimiento y asegurar el bloque opositor.

Investigador del Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM. @pacovaldesu

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