La Secretaría de Economía anunció en Querétaro su Decálogo para una Nueva Política Industrial. Un “cambio” bienvenido en la estrategia económica. Todavía son generalidades, pero son parte de un compromiso del Gobierno, de varios grupos industriales y académicos: el Presidente la asume como “prioridad nacional”; Romo, al crearse el Consejo para el Fomento de la Inversión, vinculado al imperativo de crecer, propone “una sólida política industrial”, del que los gobiernos neoliberales carecieron; ha conformado grupos de trabajo empresariales en sectores prioritarios y el Programa de Inversiones. Valiosa contribución del Ing. Gutiérrez Muguerza, con apoyo de CONCAMIN y del IDIC, valioso “think thank” de política industrial, que ha alertado ¡cómo este sector va en claro declive!
Se reconoce que la falta de esta política, “satanizada” por los organismos internacionales y los economistas liberales, por “interferir con las fuerzas del mercado”, ha sido una de las causas de nuestro rezago económico. Los países exitosos de Asia la continúan practicando. En la academia, el premio Nobel Stiglitz habla del “renacimiento de la política industrial”. El destacado economista Rodrik la llama: “política productivista”, que debe procurar la integración de la economía doméstica, no sólo con la internacional.
La nueva política industrial “inteligente y modernizada” impulsa una transformación estructural de la economía, reasignando recursos de actividades tradicionales a nuevas de alta productividad, con innovación, absorbiendo mano de obra desempleada. Debe combinar las “políticas horizontales” que crean condiciones generales: entorno favorable a los negocios, desregulación, capacitación de la mano de obra, difusión de la tecnología, tipo de cambio competitivo. Pero también las “políticas verticales”: colaboración del sector público y privado para seleccionar sectores y regiones con potencial estratégico, empresas campeonas, identificar obstáculos y removerlos, utilizando instrumentos de apoyo variados: estímulos fiscales, crédito orientado y, la protección contra la competencia desleal internacional: ¡sumarse a la 4ª Revolución Industrial!
Sin embargo, al hablar de política industrial se olvida sistemáticamente un elemento que los japoneses, impulsores exitosos de esta política, consideraron esencial para su gran desarrollo. “No hay política industrial si no está sustentada en una política de financiamiento que la hace posible”. Por ello se crearon los “bancos de desarrollo” especializados (“Policy Banks”), el Industrial, el de Exportaciones. En México, cuando crecimos al 6% anual, esta relación se dio. Ahora está desarticulada y debilitada.
Si bien se ha hecho un esfuerzo para que Nacional Financiera apoye las tareas de desarrollo industrial, nuestra “banca del subdesarrollo” carece de recursos y políticas y sufre un doble pecado: la ilegalidad de la “fusión de facto” con BANCOMEXT (no aprobada por el Congreso), que debilita a ambas. Pero hay también una “disfuncionalidad”. La política industrial y financiera requieren una adecuada coordinación, pero no conflictos, que ya provocaron la salida de un secretario de Hacienda. Por ley, SHCP es el órgano responsable de la banca de desarrollo y pronto del Plan Sectorial de Financiamiento. Los bancos no pueden tener dos jefes. Hay otra “caja negra”. La banca privada debe apoyar la política industrial, siguiendo lineamientos de política, pero parece estar más bien orientada a generar jugosas utilidades para nutrir a sus matrices extranjeras, dando créditos leoninos al consumo.
El “matrimonio” de la política industrial con la de financiamiento, puede ser eficaz para impulsar el crecimiento ¡que se desploma! Pero más bien hay “causales de divorcio”: retroceso educativo y tecnológico, destrucción de cuadros técnicos e instituciones, la caída de la inversión pública y el crédito a la deriva. Así no prosperará.
Exembajador de México en Canadá.
@ suarezdavila