La reciente Convención Bancaria resultó fulminada por el inicio del “crack 2020” y la pandemia, para lo cual sólo hubo respuestas tibias. En un reciente artículo escribí sobre el atraso de nuestro sistema tributario. Ahora me refiero al “subdesarrollo” de nuestro sistema financiero. Los indicadores son elocuentes: somos de los países con un más bajo coeficiente de crédito a la actividad privada a PIB, 27%; Chile, 81%; Brasil, 62%; Colombia, 50%; uno de los países con más baja bancarización, población no cubierta por servicios bancarios; alta concentración oligopólica: 7 bancos otorgan 80% del crédito, concentrado en grandes empresas con bajo acceso de Pymes y también desequilibrio regional.

En cambio, sobresale por generar un grosero nivel de utilidades 160 mil mdp, casi 1% del PIB, en una economía de “0” crecimiento. Esto se origina en el elevado nivel de crédito al consumo y tarjetas de crédito (más de 25% de interés), las “tiendas de raya” de crédito a la nómina, en general con márgenes leoninos, tasas de interés y comisiones.

La supervisión bancaria (la CNB) con sangría de personal calificado, bien rescatada por SHCP con un director de carrera financiero, Graf, se pondrá a prueba con la crisis. ¿De verdad “la banca está lista para lo que se sea”?

La “inclusión financiera”: dar servicios financieros en todo el país es la moda del momento. El problema no es que no haya oficinas bancarias, sino amplios sectores de la población con nivel de ahorro nulo. Es útil incorporarlos por lo menos al sistema de pagos, a través de las tarjetas del nuevo Banco del Bienestar. Pero construir casi 3 mil sucursales es un disparate muy costoso y obsoleto. El servicio lo pueden dar bancos existentes o redes de tiendas.

Un problema fundamental es que la banca no está suficientemente vinculada a la actividad productiva, sólo 2% de crédito al campo, 20% a la industria, poco a la infraestructura y la formación de capital. Ello es parte consecuencia de la crisis bancaria del 94 y su extranjerización. Esta banca no responde cabalmente a intereses nacionales, sino a decisiones del exterior y a maximizar las utilidades de sus matrices a veces emproblemadas con la mayor aportación al grupo mundial. ¡Esto lo deberían corregir las autoridades, estableciendo políticas para alinearlos más con nuestra estrategia de crecimiento!

Para colmo, la banca nacional y mexicana llamada de “desarrollo” es en realidad del “subdesarrollo” y no compensa. Sus niveles de crédito disminuyen. Dan sólo 17% del crédito total y 4% del PIB. Nafin en su “época de oro” daba 7%. El Banco de Desarrollo de Brasil 25%; el de Vietnam, 8%. Nafin se desvirtuó dando garantías y crédito en segundo piso, subordinada a la banca privada. En la actualidad se han cometido ilegalidades. Se le dio a la Oficina de la Presidencia como “juguete” burocrático y clientelar a cargo de “cuates”. Su manejo se debe transferir como legalmente le corresponde, a SHCP, que debería usarlo como instrumento parafiscal, para una política anticíclica. Los 5 bancos, eliminando su ilegal fusión de facto, podrían encabezar políticas sectoriales necesarias: industrial, exportaciones, infraestructura, agricultura.

En 1992, bajo el dogmatismo imperante, se amputó al Banco de México el objetivo de impulsar el crecimiento, exitosamente logrado antes por sus directores R. Gómez y Fernández Hurtado. Con esa facultad pudo la Fed de EU resolver la crisis de 2008. Ahora lo importante no es la inflación, sino una recesión. El mundo cambió. Banxico debía, “de jure o de facto”, adoptar esa prioridad, pudiendo dar recursos a la banca de desarrollo y la comercial para rescatar la planta productiva, como otros grandes países.

La principal tarea del gobierno es montar un Programa Anticíclico de Gran Aliento para enfrentar la pandemia económica. El problema no es sólo el “blindaje” financiero, sino el “mental”, frente a nuevas ideas y soluciones.

Exembajador de México en Canadá.
@ suarezdavila

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