El secretario de Hacienda, Arturo Herrera, se acreditó como uno de los más competentes secretarios del Presidente con la presentación de un paquete económico complejo, congruente con sus objetivos, con un esfuerzo inteligente para defender lo indefendible. Dio alivio a los mercados eliminando sorpresas. Sí se consideran optimistas, “alegres”, algunos pronósticos, pero no “desbordados”.
El problema más serio es conceptual. Se trata de un presupuesto del más estricto neoliberalismo, ¡uno de los más conservadores del mundo! ¡Menor que el de 2020! Una política que privilegia las “finanzas públicas equilibradas” frente a lo que reconoció con realismo, como “la más seria crisis desde la Gran Depresión de 1929”. Actúa como los gobiernos que la profundizaron: ¡Hoover y Calles! Fue lo que propició grandes cambios innovadores, las políticas keynesianas contracíclicas y las nuevas políticas sociales de Roosevelt y Cárdenas.
El de Hacienda es un paquete económico para “tiempos normales”, sin los ajustes indispensables ante las crisis. ¡Es contraccionista! Va a contracorriente de las políticas contracíclicas expansivas que practican los principales países. ¿Patentable el modelo “recuperación desde abajo hacia más abajo”?
Entre las variables clave se ve altamente improbable que se logre el crecimiento de 4.5% en 2021. Nos iría bien con 3%. Están fríos o apagados todos los motores del crecimiento. La inversión privada difícilmente aumentará con el turbulento y polarizado ambiente, orientado a ganar elecciones y no a recuperar la confianza. Aumenta 5% la pública, pero con un piso tan históricamente bajo que no pinta. Además tienen un peso desproporcionado los 3 grotescos “elefantes blancos”: el tren maya, el aeropuerto y Dos Bocas que de cancelarse o diferirse darían $100,000 para programas sociales esenciales. La tan ponderada política de bienestar social es muy pequeñita, menos de 1% del PIB, con un carácter asistencial, insuficiente para mitigar la seria tragedia social de caída de ingresos, empleos y mayor pobreza. El único motor son las cadenas productivas vinculadas con la exportación. Como freno el CV19 desbordado.
Otro pronóstico clave “alegre” es el petrolero. Difícilmente se alcanzará la meta de 1.8 millones de barriles diarios, si la producción venía cayendo a 1.6, pero sí aumentará cada nuevo barril aumenta las pérdidas de Pemex, que así, no tiene remedio. Por ambos lados se vulneran las finanzas públicas y peligra el grado de inversión.
Con “pastel chiquito” que no puede crecer, de pronóstico reservado, las presiones y conflictos en el “Congreso” para reasignar recursos, con el serio problema de Estados y municipios cuyas participaciones caen.
Sí existen algunas “reservas” importantes: las utilidades (“el remanente”) del Banco de México y la línea flexible de US$60 mil millones con el FMI, que casi pide que los usemos para atacar la depresión. Finalmente, amplio consenso que nuestra “tabla de salvación” es el espacio que tenemos para contratar deuda. Nuestro coeficiente deuda/PIB de 55% está muy por debajo del promedio OCDE (80%). Lo absurdo es que aumentó más de 8% sin contratar un dólar, porque con la caída del PIB se cae el denominador. Si al contrario la deuda se usa para inversión, el PIB aumenta y el coeficiente se reduce. Podríamos contratar entre 3-5% del PIB, un billón de pesos que serviría para sustentar un gran Acuerdo Nacional y un Programa urgente de Reactivación con grandes programas sociales y políticas contracíclicas de inversión y empleo.
Exembajador de México en Canadá. @suarezdavila