Las escenas de turistas caminando con su equipaje por diversas vialidades de Cancún son, sin duda, un duro golpe a la imagen turística de los destinos del Caribe mexicano, pero también a la imagen de México. La repetición de las imágenes en medios de comunicación tradicionales y en redes sociales de estos y otros hechos violentos sucedidos en el entorno en el que se mueven los turistas dio y dará mucho de qué hablar sobre las vicisitudes a las que se pueden enfrentar viajeros de todas las latitudes ante la imposibilidad de que la autoridad competente pudiera poner en orden a los taxistas que, me parece, han cruzado una línea roja con los desplantes de los días pasados. No sobra mencionar que estas prácticas poco ayudan en momentos difíciles en los que poco a poco los destinos competidores del país han regresado al terreno de juego, por un lado y, por otra parte, en cualquier momento la demanda dará señales de reconocer la evidente tendencia de desaceleración económica que se vive en el mundo.
Como se recordará, en años recientes se ha dado una disputa con la llegada de Uber a Cancún, hecho a partir del cual se desata una confrontación en las calles y en espacios legales que, en este último tema, recientemente, tuvo una definición muy favorable para la competencia, luego de que un tribunal determinara que es válida la operación de la plataforma en Quintana Roo. No obstante, la determinación jurídica es una vaga referencia para los taxistas, quienes, por la fuerza, pretenden seguir manteniendo el monopolio de la transportación local.
Derivado de estos hechos salen a flote, en mi opinión, varios aspectos que merecen la pena valorarse si queremos avanzar en la construcción de una actividad turística competitiva y sostenible.
En primer término, habría que señalar la evidente realidad de que el turismo es un fenómeno que se materializa en el territorio y que, por tanto, tiene que ver más con las facultades legales locales que con las del ámbito federal. Esto debería redundar en que las autoridades a cargo del espacio turístico deberían verse fortalecidas tanto con mayores capacidades legales, como con una más importante dotación de recursos económicos para hacer frente a las exigencias de mantener a los destinos de manera óptima, en un escenario de alta rivalidad y competencia global.
Un segundo aspecto que aflora es que la incursión de prácticas comerciales soportadas por las nuevas capacidades tecnológicas va muy por delante de la velocidad en la que, normalmente, reacciona el marco legal. Esto de ninguna manera quiere decir que todo lo que brilla es oro, sino que dicho marco legal y normativo debe mantenerse al día, para garantizar una competencia justa y de beneficio para los consumidores.
De igual forma, es oportuno reconocer que uno de los eslabones más débiles de la cadena de valor turística es, precisamente, el del transporte local, y que este tiene que ser suficientemente bueno tanto para su uso por parte de los visitantes, como de los trabajadores del sector y de la población local. Por ejemplo, es inverosímil que, salvo en unas pocas localidades del país, las unidades que brindan el servicio de taxi no cuentan con taxímetros.
Finalmente, y en línea con el título de esta columna, se hace necesario erradicar las prácticas propias del viejo corporativismo –ciertamente, no sólo por el turismo– que benefician a unos pocos en perjuicio de la mayoría, y que se sustentaban en prebendas económicas y políticas. El servicio de taxis en Cancún y muchos otros destinos turísticos del país es un buen ejemplo de corporativismo en la actividad turística, pero no es el único caso. Por mencionar algunos más, se puede señalar lo que sucede con los maleteros en la terminal uno del aeropuerto de la Ciudad de México, que impiden el uso de los carritos para llevar el equipaje fuera del espacio en donde este es recogido; con los vendedores ambulantes (que de ambulantes tienen bastante poco) en Chichén Itzá, que ante la incapacidad de la autoridad, sin pagar el acceso a la zona arqueológica de manera cotidiana, asedian a los turistas, y con los eternos manifestantes que se han apropiado de la plaza central de la ciudad de Oaxaca.
Director del Centro de Investigación y Competitividad Turística (Cicotur) Anáhuac
Twitter: @fcomadrid