La capacidad de generar divisas es una de las razones para impulsar el desarrollo turístico. Así, cuando en las décadas de los 60 y los 70 nuestro país enfrentaba una situación crítica en la balanza de pagos, la solución que se encontró en el Banco de México para diversificar las fuentes de divisas es precisamente a través de la búsqueda para atraer ahorro externo y, para ello, se orquestó la implementación de una política pública en favor del turismo, a través de la constitución de los centros integralmente planeados, que serían coordinados desde el Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur), cuya más acabada historia de éxito es, sin duda, la de Cancún.
Luego de la profunda crisis provocada en el sector turístico por la pandemia de Covid-19, el denodado esfuerzo de las empresas del sector, de la mano de adecuadas políticas públicas en algunos gobiernos locales (destacadamente en Baja California Sur y Quintana Roo), así como de la decisión del gobierno federal de no cerrar las fronteras a los visitantes internacionales, ha permitido la plena materialización de una formidable recuperación que hoy alcanza niveles muy por arriba de los que se presentaban antes de la contingencia sanitaria, al menos en cuanto al turismo internacional.
De acuerdo con la encuesta de viajeros internacionales del Inegi, dada a conocer hace unos días, al cierre de 2022 México captó un poco más de 28 mil millones de dólares, un 14.0% por arriba del registro de 2019. Con todo y que en esta magnitud existe un componente derivado de la inflación, es notable este ritmo de crecimiento, sobre todo si se compara con la dinámica mundial en la que la llegada de turistas internacionales el año pasado se estima estuvo, todavía, 37.4% por debajo de los niveles de 2019.
Como reiteradamente hemos señalado en este espacio, si bien es muy importante este volumen de divisas, lo que es verdaderamente destacado de cara a los equilibrios macroeconómicos del país es el saldo neto en la balanza turística, que en 2022 se situó en torno a 21 mil millones de dólares, 7.5 veces más que el saldo de la balanza manufacturera y contrastando espectacularmente, habría que decir, con el crónico déficit de la balanza comercial, que en esta ocasión ascendió a 28.4 mil millones de dólares y con el déficit profundo de la balanza petrolera de 34.9 mil millones de dólares.
Estos resultados han sido propulsados por un magnífico desempeño del turismo que ingresa al país por vía aérea y que en el periodo que nos ocupa creció 8.6%, siempre en comparación con 2019. La derrama generada por estos viajeros representa 84.2% de los ingresos totales. Del otro lado, hay que mencionar que persiste una reducción de 22.2% en el volumen de pasajeros que ingresan al país en cruceros, aunque con un sostenido ritmo de recuperación; de igual forma, hay un muy importante descenso en el volumen de turistas fronterizos (-39.3%), segmento en el que no se aprecian perspectivas de pronta recuperación. La caída en estos viajeros fronterizos conlleva un descenso de 14.9% en el total de turistas internacionales.
Como complemento a lo anterior, se debe mencionar que el inicio de 2023 luce muy favorable, pues el volumen de pasajeros internacionales en enero de este año, en comparación con el mismo periodo de 2022, creció 32.2% en el aeropuerto de Cancún, y 41.6 y 50.3% en Los Cabos y Puerto Vallarta, respectivamente, aunque sin dejar de recordar que en aquel entonces se sufría el embate de la variable ómicron.
En suma, el turismo mexicano –al menos en el componente internacional– marcha, y lo hace muy bien… sin embargo, las amenazas no dejan de estar presentes y tienen el potencial suficiente para descarrilar los avances obtenidos: inseguridad, desaceleración económica, aumento de la competencia, falta de recursos públicos para la promoción turística y muchos temas más, son parte de un complejo escenario en el que, habida cuenta de los magníficos resultados obtenidos, el turismo merece muchos más apoyos de los que hasta ahora recibe.
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