Tal vez porque las sociedades desde hace un buen rato ya habían descontado la reducción significativa de la propagación y contagio del Covid-19, el anuncio del fin de la contingencia sanitaria por parte de la Organización Mundial de la Salud, dado a conocer hace unos días, ocupó espacios más bien modestos en los medios, en contraste con la enorme cobertura que se le dio a la pandemia en su etapa inicial y en sus fases más álgidas.

Evidentemente, el fin de esta inédita etapa es una muy buena noticia para la actividad turística, ya que su dependencia de la movilidad de las personas supuso un durísimo golpe durante los periodos de confinamiento y de las diferentes medidas restrictivas a los viajes.

Derivado de los efectos de este cataclismo sanitario, el turismo experimentó contracciones en las llegadas de turistas internacionales de 72%, 70% y 37% en comparación con 2019 durante 2020, 2021 y 2022, respectivamente. Por diversas razones —reiteradamente citadas aquí—, como esfuerzo empresarial y de los destinos; elevada velocidad de vacunación en Estados Unidos y pocas opciones de viajes para este mercado y, sobre todo, la no imposición de restricciones de ingreso a nuestro país, el turismo mexicano, particularmente en su componente internacional, se ha recuperado aceleradamente y con mucha fuerza, destacando el aumento en la llegada de turistas internacionales vía aérea que, al cierre de 2022, ya se encontraba 8.5% por arriba de los niveles de 2019, y con un formidable desempeño en las divisas turísticas, que ya alcanzan valores nunca antes vistos. Ciertamente, no se puede dejar de subrayar que, a pesar de esa recuperación, la contracción en el consumo turístico en estos años se estima en alrededor de 1.4 billones de pesos contra el año previo a la pandemia.

Paradójicamente, la vuelta a la normalidad muy probablemente sea un factor que agregue dificultades al comportamiento del turismo mexicano en los próximos meses, debido a un incremento en la competencia, a la disminución de los excedentes de oferta aérea y a la falta de instrumentos para impulsar la promoción turística de la marca México en mercados internacionales.

Sumado a lo anterior, y aunque de ninguna manera nos guste hablar de ello, no puede dejar de mencionarse la visibilidad mediática de diversos hechos de violencia e inseguridad en diferentes regiones del país, de manera sistemática en los últimos tiempos. Huelga decir que los mercados turísticos no son ajenos al entorno de incertidumbre económica que se vive en el mundo y, eventualmente, esta condición estará pesando en la recuperación.

En línea con ello, empiezan a observarse algunas señales que no deberían ser subestimadas, dentro de las que se destaca la desaceleración del mercado de viajes de Estados Unidos –también el de Colombia– hacia nuestro país; que no obstante el creciente volumen de canadienses en el primer trimestre, aún estemos 9% por debajo de los niveles previos a la pandemia, así como el mal momento con el mercado argentino, por razones de su golpeada economía, y con el brasileño, por la suspensión del acuerdo de supresión de visas así como de la imposibilidad de obtener los visados de manera digital; de igual forma, los mercados europeos experimentan comportamientos mixtos pues hay aumento en el volumen de turistas franceses y españoles, pero decremento en los británicos y alemanes (siempre en relación con 2019).

Ojalá que las voces de algunos empresarios que me dicen que el verano no se ve mal, sean acertadas. En todo caso, el fin de la pandemia parece demandar un análisis profundo sobre los retos que enfrentará el turismo mexicano a corto y mediano plazo, de forma tal que, producto del aprendizaje de años recientes, el sector se prepare para afrontarlos de la mejor manera.

Director del Centro de Investigación y Competitividad Turística (Cicotur) Anáhuac

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