El título que lleva hoy esta columna responde al lema definido por la Organización Mundial del Turismo (OMT) para orientar la conmemoración del Día Mundial del Turismo este próximo 27 de septiembre. Vale la pena recordar que unos pocos años después de su fundación en 1975, la OMT decidió dedicar un día del año a dar visibilidad a esta noble actividad y se selecciona un tema que vertebra los actos alusivos a esta fecha. esperando que las administraciones nacionales de turismo y los sectores de la industria lo amplifiquen en sus esferas de actuación. La fecha seleccionada no es una casualidad, pues un día como ese, de 1970, los países acordaron la creación de la propia OMT, misma que desde los primeros años de este siglo es integrante, de pleno derecho, del sistema de Naciones Unidas.
Sin duda, el llamado realizado por la OMT es muy pertinente habida cuenta del impacto derivado de la pandemia en el sector turístico. Para pronta referencia, baste sólo mencionar que el retroceso en las llegadas de turistas internacionales desde el inicio de la pandemia y hasta junio pasado es de 2.4 mil millones, una cifra espeluznante, sin dejar de recordar los más de 6 millones de fallecidos en el mundo por el Covid-19.
Es cierto que cada vez las señales del fin de la pandemia son percibidas con mayor intensidad y el esperanzador mensaje de hace un par de semanas de Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, confirma esta posición: sin dejar de lado la cautela, fue por demás elocuente al señalar que “nunca hemos estado en mejor posición para poner fin a la pandemia”. En este orden de ideas, parece muy inteligente el apunte realizado por el periodista Pablo Linde de El País, al recordar al historiador John M. Barry, experto en el tema desde la gripe española de la segunda década del siglo pasado, quien dijo que no es la ciencia la que decreta el final de una pandemia, sino cuando la gente deja de prestarle atención.
Sin embargo, y sin dejar de reconocer la fortaleza estructural del turismo y las abundantes evidencias de una reactivación de la demanda, en el primer semestre de 2022 el retroceso en los turistas internacionales viajando por el mundo era todavía de 50%. Seguramente la invasión rusa a Ucrania y el conflicto bélico que esto ha provocado, y que en días pasados ha tomado tintes preocupantes, también ha influido, inhibiendo parte de la recuperación, al aumentar la incertidumbre económica manifestada destacadamente por una inflación desbocada en todo el mundo.
Un paso inicial para poder repensar el turismo debe ser el reconocimiento de los cambios estructurales que la pandemia nos ha dejado y que será a partir de ahora que empiecen a afianzarse. En mi opinión, es equivocada la idea de que con la coyuntura sanitaria nos encontramos ante una nueva normalidad, pues pienso que, más bien, vivimos una anormalidad, pues no es sino hasta ahora que la nueva normalidad empezará a configurarse. En todo caso, seguro habrá cambios; no obstante, creo que una buena parte del turismo del futuro será muy parecida al del pasado. El comportamiento de la demanda internacional hacia los destinos mexicanos de perfil sol y playa, cuyo volumen está ya por arriba del que tenían en 2019, permite soportar la aseveración.
Habría que considerar que las crisis generan oportunidades, y esto es lo que me parece relevante, atrás de la singular conmemoración del Día Mundial del Turismo en 2022. Y no es que en un día se vayan a resolver todos los problemas que enfrenta el turismo mexicano, que los tiene, y muchos, sino que estamos ante una oportunidad de iniciar una reflexión profunda e incluyente sobre qué tipo de turismo quiere nuestro país. Esto sin dejar de pensar que, de manera paralela, deberíamos elucidar para qué quiere México al turismo.
Parece natural pensar que este ejercicio propuesto pudiera ser encabezado desde la Secretaría de Turismo del gobierno federal, y vendría bien que así se hiciera. Sin embargo, el sector privado y la sociedad civil podemos asumir la tarea, pues lo único que no podemos permitirnos es seguir comportándonos como si el turismo floreciera por generación espontánea.
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