Hace seis años escribí un libro titulado Realidades y Mitos del Turismo en México (Editorial Limusa), uno de los capítulos de la obra habla sobre lo que a mi consideración ha sido al paso del tiempo, el gran mito del turismo en México: considerar que esta actividad como una prioridad nacional. Dejo allí documentada la frecuente contradicción entre el discurso y la realidad que, tal vez, alcanza su momento más emblemático en la administración del Presidente Felipe Calderón, quien tiempo después de afirmar que el suyo sería el sexenio del turismo, propuso al Congreso la desaparición de la Secretaría de Turismo.

Estoy convencido que el turismo no es una prioridad para México. Sin embargo y como expongo en el texto de referencia, pienso que el turismo sí ha sido una prioridad en dos momentos de la historia reciente: en el proceso fundacional y de despegue de Cancún y, más recientemente, luego del impacto del huracán Wilma en los destinos turísticos del Caribe mexicano en 2005.

En estas ocasiones, se sumaron capacidades, se desecharon pretextos y, en términos generales, se hizo todo aquello que se tuvo que hacer para alcanzar un propósito claro y bien determinado. En el primer caso la intención fue impulsar un nuevo modelo de centro integralmente planeado focalizado en constituirse como una fuente alterna de divisas para el país y en el segundo reactivar, en el corto plazo, la economía en una importante zona del país que en ese momento ya dependía del turismo.

De esta forma, y a propósito de que la semana pasada Cancún cumpliera 50 años, el objetivo de fortalecimiento de la generación de divisas para reducir el desequilibrio en la cuenta corriente de la Balanza de Pagos se ha cumplido, ampliamente, pues este destino y su área de influencia generaron tan sólo en 2019, alrededor de 40% de las divisas turísticas del país, es decir, unos 10 mil millones de dólares.

Por lo que hace a la afectación derivada del fenómeno meteorológico mencionado, se puede subrayar que un año después, la recuperación del mercado turístico en el país no sólo se había normalizado, sino que mostraba un crecimiento importante; el indicador trimestral del consumo turístico internacional creció 17.1% en el último cuatrimestre de 2006, luego de que el año previo había caído 10.7%.

Hoy, de cara a lo que será, de lejos, la peor afectación al turismo en la historia de nuestro país, está por verse si esta industria recibe el tratamiento prioritario que amerita. Y no es que se trate de una concesión graciosa; el punto central que aboga por la defensa de este sector son sus formidables contribuciones a la sociedad mexicana, dentro de las que, en el escenario que se perfila, destaca su capacidad de generar empleo —4.1. millones de personas laboran en turismo, de acuerdo con la Secretaría del Trabajo y Previsión Social—.

La naturaleza de la contingencia supone un impacto directo en la línea de flotación del buque turístico, pues las medidas de confinamiento y bloqueo de la movilidad atentan contra el principio mismo atrás del turismo: los desplazamientos de las personas fuera de su lugar de residencia habitual. Luego de la salud, muy probablemente el turismo será la actividad humana que más resienta los efectos de la pandemia.

Hemos señalado en este espacio que la industria demandará de ayuda más que proporcional que la de otras actividades económicas (laborales, fiscales y financieras, además de las de apoyo a la promoción turística) y este es justo el punto en que se verá si, efectivamente, y como —por cierto—, señala la Ley General de Turismo, el turismo recibe el tratamiento como actividad prioritaria.

Hasta ahora el gobierno federal ha dejado claro que una de sus prioridades es el combate a la pobreza y ese interés difícilmente puede ser cuestionado; sin embargo, la manera sostenible de atender los problemas de la falta de desarrollo, debe inscribirse en la lógica del impulso a las actividades productivas —la vieja paradoja de enseñar a pescar, en vez de regalar pescados— y aquí es donde el turismo tiene el potencial para ser un instrumento capaz de hacer la diferencia.

En todo caso, la dramática situación a enfrentar por la actividad turística en los meses venideros –la caída del consumo turístico entre marzo y mayo se puede cifrar en 500 mil millones de pesos–, de no ser atendida y acompañada con eficacia, supondrá la pérdida de cientos de miles de empleos, el cierre de decenas de miles de empresas —mayoritariamente microempresas con menos de 10 trabajadores— y un retraso en volver a los niveles previos a la emergencia, que bien podría prolongarse tres o cuatro años.

Director del Centro de Investigación y Competitividad Turística Cicotur Anáhuac.
Twitter: @fcomadrid

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