Con la información disponible a la fecha se puede decir que en 2019, el turismo mexicano presentará, todavía, resultados positivos, aunque —como se ha apuntado en este espacio, reiteradamente— en un escenario de desaceleración.
Las dos variables más relevantes del componente internacional del fenómeno —ingreso de divisas y turistas no fronterizos— reportarán crecimientos. En el primer caso, el aumento estará ayudado de manera muy relevante por el cambio en la responsabilidad en el operativo metodológico que pasó del Banco de México al Inegi, aunque se debe tomar en cuenta que a partir de septiembre la dimensión de este incremento se ha reducido, pues los datos comparan información obtenida con métodos similares de muestreo; en el segundo componente, específicamente en lo que hace a los turistas que ingresan al país por vía aérea, los niveles de crecimiento son reducidos y cerrarán el año en torno a 2%, aunque se debe anotar que en noviembre —tendencia que puede prolongarse por algunos meses— se reportarán aumentos muy por arriba de esta magnitud en los visitantes provenientes de Estados Unidos y Canadá, producto, probablemente, del reacomodo de los flujos turísticos que han dejado de dirigirse a la República Dominicana.
Este comportamiento tal vez tenga su más notable resultado macroeconómico en el saldo de la balanza turística que, nuevamente, romperá récords y se situará por arriba de 14 mil millones de dólares —cerca de 30% de aumento—, que contrasta notablemente con el deficitario saldo de la balanza petrolera, que rondará los 20 mil millones de dólares.
Por otra parte, y en la misma lógica de los efectos macroeconómicos, la reciente actualización de la Cuenta Satélite del Turismo —a 2018— refrenda el extraordinario papel que el turismo juega para la economía y la sociedad mexicana, aportando cerca de 9% del PIB, 2.3. millones de posiciones de trabajo, más de 20% del consumo privado, más de 9 mil millones de dólares de formación bruta de capital y cerca de 65 mil millones en la cadena de proveeduría.
Ahora bien, si los anteriores datos reflejan una, aparente al menos, poderosa condición, ¿cómo es que una actividad económica que genera 9% de la economía, que emplea millones de personas y cuyos beneficios se palpan, sin espacio de duda, en el día con día, no logra fijar de una vez por todas la importancia de su significado en la agenda nacional?, ¿por qué su ausencia en las grandes discusiones nacionales? Es cierto, el actual gobierno no parece haber puesto al turismo como una de sus prioridades; sin embargo, esto no puede considerarse como una exclusiva, pues a pesar de que el discurso de las administraciones de los presidentes Fox, Calderón y Peña Nieto ponderaba con creces la relevancia del turismo, en la práctica los apoyos y decisiones para el impulso de la industria eran limitados.
La respuesta a esta interrogante pasa, en nuestra opinión, por dos aspectos: por un lado, la generalizada creencia de que el turismo sucede por una suerte de generación espontánea, es decir, si México tiene grandes atractivos y los mexicanos nos caracterizamos por ser hospitalarios, entonces, de manera automática México será visitado por millones de personas. Esta posición que parece simplista, parece prevalecer sin entender que la competencia por los turistas se da en un escenario de alta rivalidad y competencia global en el que la demanda cuenta con innumerables alternativas para satisfacer sus necesidades y deseos asociados a los viajes.
Del otro lado, no parece que desde la propia industria se haya realizado un esfuerzo proactivo, relevante y sobre todo con capacidad de ser internalizado por el conjunto de la población, así como por los tomadores de decisión.
Por ello, más allá de discutir los temas de coyuntura —que habrá que seguir haciéndolo los meses próximos y tal vez, incluso, años—, se hace necesario un trabajo estratégico para superar estas limitaciones en el que los actores del sector —que conocen su importancia— sean capaces de poner al turismo en la agenda nacional. Para ello se requiere, en primer término, tener la claridad de que esta es la gran batalla que habrá que dar, para, en consecuencia, invertir en mejorar la información sobre el sector, al tiempo que ésta sea presentada con una narrativa y una intensidad completamente diferentes. Me queda claro que si no lo hacemos nosotros… los destinos competidores nos ganarán la partida.
Director del Centro de Investigación y Competitividad Turística Anáhuac, Universidad Anáhuac México. Twitter: @fcomadrid