Tengo la impresión de que para la opinión pública y la opinión de quienes forman parte del sector turístico del país, el antecedente más relevante de la gestión de la actual secretaria de Turismo federal, Josefina Rodríguez Zamora, en su encargo como titular de turismo de Tlaxcala fue la campaña ‘Tlaxcala sí existe’; entendiendo que alude al relativo poco conocimiento que hay sobre esa entidad federativa.
Y si este es el punto de partida, me parece que su mayor reto es demostrar que el ‘turismo sí existe’, en un país en el que la existencia de esta actividad se da por sentada, en una construcción en la que, al reconocer la riqueza de atractivos naturales y culturales, y asumir lo simpáticos y hospitalarios que somos los mexicanos, se concluye que, en automático, México es un país turístico.
Recordando los últimos datos del Índice de Desarrollo Turístico del Foro de Davos, en los que en un conjunto de 119 economías México se ubica en la segunda posición en recursos naturales y quinta en recursos culturales, se confirma, sin duda, la opulencia turística del país. Sin embargo, es necesario matizar el significado de estar en estos lugares pues, en realidad, se refieren a ventajas comparativas y no competitivas.
Al mismo tiempo que se cuenta con esta privilegiada condición, no se puede omitir ni olvidar que en los mismos rankings México aparece en el sitio 49 es sostenibilidad ambiental, 65 en el grado de prioridad que se da al turismo, 68 en ambiente de negocios y 119 (sí, entre 119 economías calificadas) en seguridad.
Rodríguez Zamora ha escuchado del sector la urgencia por contar con recursos para la promoción turística para mantenerse a la altura de una feroz competencia no sólo con pequeños Estados insulares del Caribe, sino en la primera división del turismo mundial con rivales como España, Francia, Estados Unidos, Italia y Turquía. A fin de cuentas, en un entorno globalizado todos los destinos turísticos coinciden en competir por el ingreso disponible de las clases medias.
Al mismo tiempo, ha escuchado los innumerables ángulos que encierra la problemática propia de una industria de industrias como lo es la turística, y que tiene que ver con las facultades y voluntades de un complejo entramado de autoridades de los tres niveles de gobierno.
Asimismo, a estas alturas y con el conocimiento de la experiencia de su encargo anterior, Rodríguez sabe que la dependencia a su cargo tiene limitadas capacidades presupuestales y cuenta con una estructura maltratada y debilitada al paso del tiempo. Seguramente, muy pronto conocerá también como en la Secretaría de Hacienda se sigue la máxima de que un no, no se le niega a nadie.
Y todo esto sin contar que, desde hace años, en materia turística seguimos cosechando lo que se sembró en el siglo pasado y no hemos tenido la capacidad ni la visión de sembrar para que se pueda seguir cosechando de aquí a veinte o treinta años. Una contundente demostración es que más de 90% de los turistas extranjeros sigue arribando a apenas cinco aeropuertos del país.
Por ello y decenas de razones más, el reto de Josefina Rodríguez es hacer valer la enorme capacidad del sector para contribuir a la generación de prosperidad compartida para el beneficio de millones de familias mexicanas, de forma que las necesidades de la industria sean entendidas y atendidas. En este afán, y dada la estructura política del país, pienso que la prioridad será lograr colocar al turismo en el radar de la Presidenta Sheinbaum, no sólo por los problemas que enfrenta, sino, sobre todo, por las posibilidades reales que tiene para dar soluciones a algunos de los grandes problemas de la nación.
Director del Sustainable Tourism Advanced Research Center (STARC) Anáhuac Cancún.
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