Mucho se ha hablado de que el entorno derivado de la pandemia del Covid-19 supone el surgimiento de una nueva normalidad que incluye a todas las facetas de la vida en sociedad, dentro de las que se incluye al turismo. Sin dejar de reconocer que, seguramente, luego del final de la pandemia –porque habrá de terminar algún día–, se producirán importantes modificaciones en el comportamiento de los viajeros y en la manera en que la industria los acoge, es mi opinión que lo que hoy sucede no es parte de la nueva normalidad, sino, más bien, una fase de transición previa a la –tan mencionada nueva normalidad.

En lo que hace al turismo, en esta fase de transición se pasó por una primera etapa en la que se enfrentó la emergencia que de acuerdo con la Organización Mundial de Turismo (OMT), llevó a la imposición de restricciones de viaje en todos los países del mundo y, derivado de ello, a la reducción de 300 millones de viajeros internacionales, tan sólo en el periodo comprendido entre febrero y mayo. Posteriormente, con un enorme despliegue por parte de empresas y destinos turísticos, tendiente a la implementación de nuevos protocolos sanitarios, de manera gradual se ha dado un proceso de apertura tanto en México, como en otros países del orbe. Atrás de estas tareas subyace el propósito de reducir las descomunales pérdidas que sufre la industria, que se traducen en nuestro país, en el cierre de decenas de miles de empresas y en la supresión de cientos de miles de empleos.

Es cierto, del lado medio lleno del vaso se puede decir que hace unos días el aeropuerto de Cancún recibía ya la tercera parte de los vuelos que tuvo en las mismas fechas del año pasado, que paulatinamente se identifica un incremento en rutas y frecuencias aéreas y, también, que hay un aumento en los niveles de ocupación de un buen número de destinos turísticos. Una de las mejores noticias recientes la dio a conocer la OMT, al señalar que se han flexibilizado las restricciones de viajes en 40% de los países.

Estos datos deben reconocerse como avances significativos, sin embargo, también debe reconocerse que la temporada veraniega reportará resultados magros, seguramente, sin utilidades y más en línea con una lógica de supervivencia, en la que a pesar de enfrentar números rojos, serán los inversionistas –chicos y grandes– quienes se hagan cargo de asumir el descalabro, buscando resistir de mejor manera que los competidores. Por cierto, luego del verano vendrá la tradicional temporada baja que empieza con lo que algunos turisteros suelen denominar como ‘Septihambre’.

En reiteradas ocasiones hemos comentado en este espacio editorial que el mercado turístico más importante es el interno, que contribuye con 76.1% del consumo turístico, y que en el componente internacional, el primer mercado emisor es el de Estados Unidos. Esta condición, básica y elemental, es, lamentablemente, un mal augurio para la industria pues tanto en México, como en el vecino país del norte, no se ve el final de la pandemia en el corto plazo, lo que seguirá restringiendo los flujos turísticos de manera significativa por más que haya una paulatina dinámica de recuperación.

Con todo ello es previsible que muchas empresas no podrán soportar la agonía y otras precipitarán el destino y cerrarán sus puertas. Los limitados apoyos gubernamentales no harán diferencia en las condiciones actuales. Del otro lado, es cierto que las grandes crisis son también tiempo de oportunidades… sobre todo para aquellos que tengan reservas de liquidez y que seguramente podrán obtener pingües ganancias ante el infortunio de muchos otros.

¿Qué sigue entonces para la industria? Me parece que lo más importante es tomar un baño de realismo y asumir que las condiciones antes descritas son las que son, es decir: flujos turísticos muy limitados a los que hay que atender maximizando los cuidados en materia de sanitización; segmentos de viaje con densidades mínimas –cruceros y reuniones, por ejemplo–; no esperar mayores apoyos del gobierno que los que se han visto, y confiar en que una vez que las vacunas hayan entrado en una fase de aplicación masiva, el turismo tendrá capacidad para renacer, en esta ocasión, literalmente, como el Ave Fénix.

Director del Centro de Investigación y Competitividad Turística Anáhuac.
Twitter: @fcomadrid

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