A la ciudadanía no suele importarle quiénes son las y los candidatos ni tampoco cómo hacen los partidos para elegir a quiénes van a competir en su nombre. Parece que les da igual si son militantes de toda la vida o personas sin trayectoria partidista. La experiencia mexicana de estas semanas describe bastante bien las prácticas latinoamericanas. La selección de precandidaturas se parece más a una pasarela, o a la búsqueda de quién es más popular, que a la identificación de los mejores perfiles para liderar las ideas partidistas. Como muchos países nos han enseñado desde la década de 1990, cuando los partidos comienzan a pensar más en el famoseo que en sus militantes es cuando estamos en lo peor de la crisis de representación política.
Los partidos funcionan como cajas negras. ¿Por qué apostar por los de afuera cuando tienes buenos cuadros dentro? Se me ocurren varias razones. Primero, porque crees que las candidaturas no militantes les hacen ganar la elección. Segundo, porque no han hecho el trabajo político necesario en época preelectoral que les permita contar con buenos/as candidatos/as. Sea una u otra, el hecho de que las organizaciones de partidos estén apostando por candidaturas externas son un indicador de una profunda crisis de representación y graves problemas de coordinación territorial y funcional. A las dirigencias políticas todo esto no les preocupa, fundamentalmente, porque a corto plazo no condiciona su resultado electoral. Pero la experiencia enseña que esto mina las oportunidades de carrera política y la distribución de incentivos selectivos que, en el fondo, termina debilitando a los propios partidos.
Los datos del Observatorio de Reformas Políticas de América Latina [#ObservatorioREFPOL] nos enseñan que el hecho de que los partidos sean poco incluyentes, con cada vez menor implantación territorial y cada vez menos tolerantes con las opiniones disidentes no tiene que ver con sus posibilidades de éxito electoral. Los partidos oligárquicos, que apuestan poco por una militancia bien ejercitada, plural y diversa, pueden subsistir en un sistema democrático e, incluso, una democracia procedimental puede permanecer en el tiempo sin que sus partidos sean internamente democráticos.
Aún cuando todavía no inicia el registro de candidaturas para las próximas elecciones de junio de 2021, la manera en que algunos partidos mexicanos están moviendo fichas, haciendo acuerdos en lo oscurito, usando el dedazo y negociando listas me recuerda aquellos años de las peores crisis de muchos países latinoamericanos. En medio de la desconfianza y el descontento ciudadano, los partidos tradicionales no podían (ni sabían cómo) recuperarse frente a las “estrategias atrapatodo” de los nuevos partidos que emergían como la única alternativa posible. Unos y otros apostaban por gente que ni siquiera conocía los Estatutos ni las ideas del partido que lo promocionaba. Es más, pulularon los “partidos taxis” que se encargaban de ser vehículos al poder de muchos outsiders o de candidaturas de personas conocidas por su actividad profesional, pero sin peso político. Ni los nuevos ni los viejos partidos apostaron por sus mejores cuadros y, por el contrario, se escondieron detrás de personas sin experiencia política, bajo el argumento de que eran candidaturas ciudadanas y que ellas sí harían la diferencia esperada.
Las próximas elecciones serán muy interesantes para quienes evaluamos democracias. La gente se cansó. Eso ya lo sabemos. Pero la ausencia de partidos no es la fórmula para resolver la crisis de representación. Ya aprendimos que es imposible la democracia sin partidos y también que no se trata de confiar en cualquier tipo de partidos. Necesitamos apostar por nuevas formas de organización, que sean transparentes, plurales, incluyentes y (des)generizadas. La democracia necesita de partidos fuertes que sean correas de transmisión de ideas y que sean capaces de articular intereses diversos en el territorio. El gran desafío está en cambiar el modo en que se hace política, aunque no sepamos muy bien qué significa eso ni cómo hacerlo.
@flaviafrei