FJ Koloffon

Un minuto de su atención...

Si las familias somos representaciones de lo que ocurre, hay cierta esperanza

F.J. Koloffon. Foto: EL UNIVERSAL
07/11/2023 |00:03
FJ Koloffon
autor de OpiniónVer perfil

La única forma de arreglar una situación complicada, es de un modo sencillo.

Mientras más simple sea la solución, más efectivo será el resultado.

De lo contrario, todo se hace más bolas.

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Y es que, en medio de tantas complejidades que ensombrecen al mundo, donde parece extremadamente difícil que un rayo de luz se abra paso, debe haber por ahí escondida alguna manera de resolver conflictos así de arraigados y que la gente recupere, ya no digamos la compasión, sino aunque sea un poco de cordura.

“¿Existe un remedio a semejantes barbaridades que vemos?”, me pregunto últimamente con frecuencia, sobre todo por las noches o cuando me aparece en las redes sociales algún video de un niño herido o muerto en un ataque de cualquiera de los bandos.

El domingo me tocó llevar a Lorenzo a jugar futbol, con su equipo, al Centro Deportivo Israelita. La seguridad para ingresar a las instalaciones, primero en coche y luego caminando, eran apabullantes. “Está padrísimo, parece un aeropuerto”, comentó —atinada e inocentemente— uno de los niños en la banda donde debían pasar mochilas, celulares y monedas, por los rayos X.

Después de lo ocurrido, no es para menos, aunque no deja de impactar.

No sé si en el ambiente se respiraba cierta tensión o si sólo yo lo imaginaba. O sería, quizá, el típico nerviosismo de los partidos.

El caso es que todas las banderas blancas con la Estrella de David en ese azul de mediodía de noviembre que forraban columnas y paredes, imponían.

Quince minutos después de las 13:00 horas, el árbitro dio indicaciones para que los 22 pequeños jugadores se acercaran al centro del campo. El juego iba a comenzar.

Sin embargo, tras indicarles que permanecieran tranquilos y quietos, con su silbatazo empezó a contar un minuto de silencio por las víctimas.

Ahí estaba la paz, o así me pareció, mientras ambos equipos se miraban frente a frente, pero sin rivalidad, en su respectiva parte del círculo de media cancha.

En la cancha contigua, donde una categoría menor del Centro Deportivo Israelita enfrentaba al Club Libanés, acontecía exactamente el mismo suceso insólito y reflexivo, durante el cual los niños permanecieron abrazados hasta que rodó el balón.

Si los países y las familias somos pequeñas representaciones de lo que ocurre en el mundo, yo creo que sí hay cierta esperanza y que podría ser un poco menos complicado de lo que parece.