La música es capaz de transformar atmósferas, cambiar ambientes, estados de ánimo, generar emociones y sentimientos, de armonizar no sólo películas, sino la vida misma.

Basta con ir en el coche y subirle el volumen a la nocturna 9 de Chopin mientras una mujer atractiva cruza la calle en medio del tráfico, o a los audífonos en el atestado andén del metro, sin quitarle la mirada a esa joven misteriosa que observa el reflejo de sus labios rojos en su pequeño espejo redondo y se acomoda el cabello detrás de la oreja.

Escenas casi celestiales que, de otra forma, sin una melodía como esta, nos dejarían una sensación de vorágine.

Seguramente leyeron o escucharon la nota aquí en EL UNIVERSAL Deportes o en algún otro medio de comunicación, porque le está dando la vuelta al mundo, pero no por eso quise que pasara desapercibida en esta breve columna de los martes, del maratón que es la vida, pues me resulta sobrecogedor...

En plena final de voleibol femenil playero de los Juegos Olímpicos, las atletas de Brasil y Canadá comenzaron repentinamente a discutir, cuando las sudamericanas celebraron una falla de las de la Hoja de Maple, hasta provocar su ira.

El enojo aumentó de nivel, los reclamos subían de volumen y unas a otras se apuntaban con el dedo, hasta que el árbitro las separó y las conminó a continuar el partido.

Pero, para sorpresa de todos, quien verdaderamente calmó los ánimos de las jugadoras fue el DJ, que consiguió desaparecer por completo el coraje de sus rostros y la pesadumbre que envolvía al estadio entero, pues la molestia se había contagiado también entre los seguidores de ambos países. ¿Dónde estuvo la magia? (Pues no hay otra palabra para describir lo que ocurrió ahí). En hacer sonar “Imagine”, la utópica canción de John Lennon, que sí, por un instante hizo auténticamente del mundo un lugar mejor.

Fue tal el impacto de los primeros acordes del piano de la magistral pieza musical, que las brasileñas automáticamente bajaron los brazos y no pudieron ni sacar. Quedaron pasmadas, desarmadas, y las canadienses, sin dudarlo, le aplaudieron al genio de las tornamesas, quien puso a cantar desenfadadamente al público los fantásticos versos del exbeatle.

No tenga idea desde cuándo hay DJ’s en el voleibol de playa, pero me queda claro que en los gabinetes de todos los gobiernos del mundo debería haber uno, y en las ciudades, para programar música en los altavoces de las calles; en las escuelas, oficinas, en las casas y las fronteras.

En todas partes. ¿Se imaginan?

Estoy en todas las redes como @FJKoloffon

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