La semana pasada, miles de niños concluyeron el curso escolar. El martes le tocó a Paula, mi hija de en medio. Su última clase, vía Zoom , fue con “la miss Clau”, cuya voz, de pronto entrecortada por la señal y a veces por la emoción, me hizo detenerme cuando me disponía a salir a la oficina.
“Voy a extrañarlos. Gracias por hacerme feliz y por ayudarme también ustedes a mí en los momentos que los necesité, como con la tecnología. Me habría gustado abrazarlos, no todos los días se acaba sexto de primaria. Nos vemos todavía el jueves en la ceremonia de graduación, siempre van a estar en mi corazón”.
Me conmoví tanto como la maestra y sus preadolescentes alumnos, quienes no pudieron recoger sus mochilas en la escuela, ni recuperar sus cuadernos, algunos quizá preocupados de que alguien descubra el nombre de quien les gusta, trazado en las últimas hojas.
Tantos pendientes, asignaturas, el torneo interescolar de futbol y quién sabe cuántas miradas de reojo inconclusas que no aparecerán en las cosas perdidas, porque —según recuerdo— a esa edad, ya se siente, y las separaciones lastiman.
Durante la videoceremonia, los papás debíamos silenciar un instante los micrófonos para dirigirles unas palabras en privado a nuestros hijos.
Sin embargo, una familia olvidó apagar el suyo y, así como me pasó con el emotivo mensaje de la miss Clau, no pude evitar escuchar lo que le decía el padre a su hija:
“Felicidades por culminar esta etapa, pero —especialmente— por ser de las que se superan . Hay quienes nacen con un don muy concreto: con una voz privilegiada o un virtuosismo para los instrumentos, o para algún deporte, la escuela, incluso las matemáticas, para los idiomas o las artes. Tú, en cambio, posees la virtud de superarte, y ahí está el camino al éxito. La genialidad no garantiza nada si no se fortalece, así que recuerda que no eres la mejor, pero que —si te aferras— puedes serlo”.
Entonces pensé en los deportistas mexicanos de esa raza, la de los que aprendieron a superarse desde pequeños, y quise hacer aquí un pequeño recuento:
Alexa Moreno, la gimnasta mexicana más perseverante y destacada, aun contra las críticas y burlas; Jahir Ocampo, clavadista hecho en México, salto a salto; Gerardo Torrado, Joaquín Beltrán y Carlos Salcido, sin mucha técnica, aunque férreos, sobresalientes y líderes; Jorge Travieso Arce, pugilista poco fino, muy recio y resistente; María del Rosario Espinoza, taekwondoína, campeona olímpica enjundiosa; Belem Guerrero, ciclista dedicada hasta las últimas consecuencias; los niños Triquis, luchadores del basquetbol, y Los Niños Milagrosos de Guadalupe, Nuevo León, ganadores de la Serie Mundial de Ligas Pequeñas y originadores del “¡Sí se puede!”.
Jóvenes... Sí, sí se puede, si se entregan.
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