No hacer lo que amamos es, a mi parecer, el origen de la amargura. Sobre todo cuando tenemos la libertad, el deseo y la voluntad de hacerlo, pero algún impedimento nos imposibilita para realizarlo. Cuando un factor ajeno nos aleja de aquello que nos desvive, la situación resulta especialmente dolorosa.
Hoy, voy a hablarles de las lesiones, ese fantasma que pone a temblar a atletas, futbolistas, tenistas, bailarines y a cualquier persona, dedíquese o no al arte o al deporte, pues son capaces de convertirse asimismo en monstruos y acabar con carreras, profesiones, sueños y vidas.
Coincidentemente, apenas hace unos días, me encontré con una publicación del admirado Juan Luis Barrios , uno de los corredores más grandes que haya dado México en los últimos años: “50 días sin correr. Jamás pensé ni remotamente que algo así fuera posible. Sé que existen cosas mucho más impactantes e importantes en la vida, pero cuando una actividad forma parte de tu ser por tanto tiempo y, sobre todo, se convierte en tu manera de ser, pensar, actuar y vivir, no es fácil ver cómo pasa el tiempo cuando dejas escapar lo que muchas veces consideraste simplemente una rutina”.
Si yo, que soy un vil corredor aficionado al que un pequeño desgarro me tuvo desconsolado durante las tres semanas que suspendí recientemente mi entrenamiento, no alcanzo a imaginar lo que ha supuesto este parón para él, un atleta profesional, dedicado en cuerpo, alma y espíritu al atletismo, prácticamente desde niño.
Parecerá una tontería, pero el día que pude volver a correr sin molestias me sentí extremadamente feliz y agradecido. Incluso, la salud de una uña es vital, tan vital como llevar a cabo lo que nos hace sentir vivos, pues de lo contrario surgen también las lesiones internas, esa resignación desgarradora que poco a poco incapacita a quien olvida a qué vino, esas grietas interiores que nos separan de nosotros mismos, seamos deportistas, ejecutivos, pintores, financieros, maestros, niños, jóvenes, adultos.
Lejos de dejarse sucumbir, Juan Luis reconoce la importancia de la familia y los amigos en el proceso de recuperación, pero sobre todo de la mente: “Unos días son mejores que otros, y es aquí donde peleas como en los últimos metros de una competencia donde, aunque te asumes cansado, sabes que lucharás hasta cruzar esa línea final, a sabiendas de que no existe, pues todas las metas son parciales y la vida te pone diariamente en una nueva línea de salida”.
Que te mejores, Juan Luis.
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