En la vida, nos persiguen muchas cosas: los miedos, el tiempo, la fecha de pago de las tarjetas de crédito, la voz de nuestros padres y su apellido. Los errores son otros que suelen ir tras nosotros —lo mismo que los aciertos, hay que decirlo—, la culpa y el remordimiento; incluso, lo que no hicimos y nos quedamos con ganas de hacer. Yo siempre digo que nunca hay que quedarse con las ganas, porque a las ganas siempre les gusta quedarse.

A veces, también nos persiguen los perros, sobre todo a los corredores, y alguna que otra fiera. Seguramente, muchos de ustedes vieron en días pasados el video del corredor que se topa con un puma en los bosques de Slate Canyon , Utah , en Estados Unidos . Quién no. Búsquelo en YouTube y siga el escalofriante recorrido en reversa.

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Me resultó imposible no ponerme en los pies de Kyle Burgess , el joven de 26 años de edad que no le quitó la mirada ni un segundo al bestial felino, mientras retrocedía por aquel camino irregular de tierra y rocas. Quería recoger una y lanzársela, aunque temí desatar su furia. Cuando se paraba en dos patas y amagaba con atacar, sentí el terror. Lo viví de principio a fin.

“No quisiera morir hoy”, le dice marcha atrás —en cierto momento— a la amenazante hembra que protegía a sus crías. Fue ahí donde pensé que la muerte siempre nos acecha. Podemos ir de día de campo, a la oficina, al cine o a correr... A donde sea, y ahí estará, disimulada, pero lista para abalanzarse en el momento menos pensado.

Hay días para rendirse, días para ponerse valiente y gruñir como osos, días para hacerse para atrás con cuidado. Y hay días donde seremos alcanzados por ese felino salvaje al que habremos de toparnos cara a cara. Pero, entretanto, que nos persigan los buenos recuerdos, la algarabía que escuchamos a la distancia, el ruido de los pájaros y lo que nos llama a seguir.

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