En la foto de perfil de Facebook de mi amigo Juan Carlos, se aprecia una foto suya rodando en bicicleta hace unos 23 años, cuando él estaba por cumplir 30 de edad, con su jersey amarillo y la mirada concentrada al frente.
Eso es lo que más extraña, la libertad de salir a recorrer kilómetros sin necesidad de pedir permiso o avisarle a nadie. Pero esos tiempos, y la posibilidad de hacer lo que se le dé la gana tras ponerse el casco, se le acabaron el 12 de agosto de 2014, tras haber sido arrollado por una mujer que manejaba su coche en sentido contrario y que terminó por embestir a otros 10 ciclistas que entrenaban aquella tarde en Fiesta Island, en San Diego, California. La columna se le partió en dos y perdió toda movilidad del pecho hacia abajo.
Lo conozco desde que éramos muy jóvenes, más o menos en la época de aquella fotografía, cuando empezó a salir con Emma, hermana de uno de mis mejores amigos.
Lee También Se viene lo bueno
En ese entonces, la bici estaba lejos de ser una moda. No existían las carreras tumultuosas, ni el Gran Fondo, ni nada. Sin embargo, por aquellos días, Juan Carlos ya pedaleaba largas distancias. Si un buen sábado se le ocurría irse a Acapulco, el tipo no lo pensaba demasiado y se iba.
No escribí antes este texto por vericuetos legales, pero hoy —por fin— pude preguntarle si era posible sacar algo positivo de todo esto.
Lee También Viene lo bueno
—”Si te soy sincero, no. Por supuesto que yo preferiría que jamás me hubiera tocado algo así, pero así fue y, ésta, por difícil que sea de comprender, es mi realidad. Me costó mucho asimilarlo. De repente, todavía no me lo creo. Imagínate que en el 80 por ciento de mis sueños no uso silla de ruedas, no soy parapléjico, puedo caminar”.
—¿Qué te motiva a seguir viviendo?
—”Los pequeños momentos: Poder ir a los partidos de voleibol y tenis de mis hijos, a sus clases públicas en la escuela o, después de la odisea que me representan las horas arriba de un avión, la foto con mi familia y la Torre Eiffel de fondo. Eso es lo que me mantiene aquí”.
Juan Carlos trata de no perderse las carreras más importantes de ciclismo, es una pasión que lleva en la sangre desde los 14 años.
—”Cuando Emma me ve pegado a la televisión, no entiende cómo puede seguirme gustando esto. Pero es lo que me hacía libre, y lo que me pasó no le quitará que sea lo más hermoso que existe”.