A manera de protesta, pensé en dejar vacío este espacio el día de hoy. Tan vacío como se han quedado los corazones de las familias de tantas mujeres desaparecidas a últimas fechas en este México que hace no tantos años no era así. Todavía me tocó que fuera un lugar seguro, y eso que mi abuela, ya por aquel entonces, me contaba que, en su época, este país era otra cosa: “De niñas, andábamos en bicicleta con las vecinas por las calles y llegábamos a nuestras casas cuando oscurecía. De jóvenes, salíamos solas de las fiestas a las 12 de la noche y nunca oías que nos pasara nada. Se vivía en libertad, como tendría que ser”. En qué momento nos acostumbramos a esto...
Pensé en dejar vacío este espacio este martes, tan vacío como las casas de aquellas mujeres que no se sabe dónde están o que ya fueron encontradas muertas, porque así aparece la mayoría. Tan vacío como la esperanza de quienes las esperan, tan vacío como sus habitaciones, sus pupitres en sus escuelas, sus escritorios en sus oficinas. Tan vacío como deberíamos dejar un día las calles en rechazo a la tragedia que se repite a diario, los centros de trabajo, las universidades, los comercios, los mercados, las conferencias de prensa que sirven para inventar cuentos y pretextos, repartir culpas y evadir responsabilidades.
Pensé en dejar este espacio vacío, pero las palabras tienen más eco que el silencio, salvo en contadas ocasiones, y mejor decidí escribir como cada martes, aunque este no sea un martes cualquiera, pues hoy nos faltan más mujeres y al anochecer la cuenta fatal aumentará. No sé de alguna estrella del deporte que haya corrido recientemente con este infortunio, ¿pero acaso tendríamos que dedicar estas líneas exclusivamente a las figuras? De no haberles sido arrebatada la vida, quizá alguna de estas mujeres habría destacado en una u otra disciplina.
Y si le preguntáramos a sus padres o a sus hermanos, seguramente tendrían muchas anécdotas emotivas que contarnos de ellas alrededor del deporte o el ejercicio, no importa si como aficionadas, a nivel amateur o la que aspiraba con volverse profesional. Les han privado de sus sueños y al mundo de sus historias, a su gente de sus abrazos, de su presencia, su voz, su cariño. Cuánto me gustaría ver próximamente en los noticiarios que los equipos femeniles y las mujeres deportistas profesionales de pronto dejaran vacías las canchas, aunque fuese por unos minutos, como muestra de repudio y en homenaje a tantas mujeres desaparecidas, cuyas historias deportivas jamás conoceremos.
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