La vida se está poniendo cansada, por lo menos en los pies de este que escribe. Tanta noticia desgarradora, el mundo que se sofoca, gobiernos de pacotilla, ejércitos de imbéciles que influencian hoy a jóvenes y niños, críticos de arte que alaban obras insulsas que parecen inconclusas.

Hará un par de días escuché en la radio a un locutor que hablaba maravillas del nuevo disco de Bad Bunny. Y no es que yo sea muy anticuado, pero basta con prestarle atención a sus infames letras para asumir que aquello es una porquería. La cosa no está fácil, me da esta sensación de que lo que viene es cuesta arriba.

¿Alguno de ustedes que haya seguido un plan de entrenamiento para correr, le ha tocado alguna vez hacer cuestas? ¿A poco no parece que nunca van a terminar? Más si vas volteando al frente, arriba, a la distancia. Yo siempre he dicho que hay que hacerlas con la vista clavada en el suelo, para que el panorama en sí mismo no luzca tan agotador. De pronto es mejor enfocarse exclusivamente en el siguiente paso y quitar la mirada de ese apabullante futuro que asusta y extenúa nada más verlo.

Debo decir, para tampoco exagerar, que mi cansancio es también producto de mi preparación para el Maratón de Filadelfia, y no nada más resultado de estos días que nos persiguen.

Apenas ayer, cuando mi mujer y yo chocamos las palmas de las manos al concluir nuestra distancia de 30 kilómetros en la montaña encharcada y nos dijimos: “Lo logramos”, inmediatamente pensé si eso nos diremos cuando el primero de los dos haya de concluir su vida. Espero que sí, porque la vida se está poniendo cansada y a veces dan ganas de tirar la toalla, por más guerrero y resistente que uno sea, o por más fotos bonitas que subimos a Instagram.

¿A quién no le dan ganas de detenerse sin previo aviso, de mandar el maratón, el atletismo, la nómina, las responsabilidades y las obligaciones al diablo?

“¡Aquí me bajo, culeros! ¡Agárrense a otro que cumpla sus expectativas!”, me imaginé gritando en una de tantas películas que reproduzco en mi cabeza mientras corro, y cuyas tramas suelen depender de cómo amanezco. Por eso me dicen mi esposa y mi entrenador que hay que dormir bien y tomarse las multivitaminas.

“¿Qué nos espera al final del camino?”, me preguntó y respondo: “Nada más que la recompensa de haberlo recorrido y terminado, ojalá que en paz y con una sonrisa.

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