Tuve la suerte de conocer a María de la Luz Herrera Ramírez a principios de 2019, cuando su nieto, Fernando Juárez, me encomendó la tarea de escribir su historia con motivo de la celebración de sus 100 años.

Mi colega Anthar Santos y yo la entrevistamos para adentrarnos en los episodios más relevantes de su vida, antes de sentarnos a escribir. Destacó especialmente a mi atención el hecho de que hubiera participado en la primera carrera automovilística para mujeres de nuestro país, en 1934.

“No me gustaban las muñecas, siempre preferí los carritos. Los de juguete y los de a verdad. Mi papá tenía un Essex, como el de Eliot Ness en Los Intocables. Yo me fijaba cómo manejaba, el cambio de velocidades, el acelerador... Él se dio cuenta de que lo veía fijamente, en lugar de contemplar el paisaje. Tenía apenas 11 años cuando me puso en el lugar del volante para aprender. Apenas alcanzaba los pedales”.

A los 13 años de edad, en uno de tantos recorridos juntos, se toparon con un riachuelo que su padre le ordenó atravesar a toda velocidad para que el Essex no se atascara. Con lujo de detalles, nos contó, al tiempo que se le iluminaba la cara como si el sol de aquel día volviera a traspasar el parabrisas, el modo en que aceleró para brincar al otro lado.

“Yo quería llegar muy alto, quería ser aviadora. En el periódico buscaba noticias sobre Amelia Earhart y una vez encontré una convocatoria para la primera carrera automovilística femenil en las calles del Distrito Federal”.

No le pidió permiso a nadie y se inscribió junto con otras cinco participantes. Los diarios las entrevistaron y sacaron sus fotografías para alimentar la expectativa del evento. Una de las notas se refería a María como “la muchacha guapa y resuelta que actuará en el incomparable concurso automovilístico”.

Pero, en una de las curvas más pronunciadas, una de ellas se mató a toda velocidad y ahí acabaron las carreras para mujeres, por órdenes de Lázaro Cárdenas. “El Presidente las prohibió, porque decía que no estábamos hechas para manejar, sino para hacer hogares”.

María no hizo caso y a los 16 años de edad ya manejaba los camiones del negocio de su padre. A sus 90, todavía se le veía detrás del volante, con toda esa libertad que la caracterizó hasta su muerte, acaecida el 23 de diciembre de 2019, unos meses después de su festejo de cumpleaños.

El nombre de María de la Luz Herrera Ramírez no resplandecerá junto al de Sergio Checo Pérez o al de los hermanos Rodríguez en la historia del deporte motor de nuestro país. A pesar de su longevidad, su paso por el mundo del automovilismo fue más bien como el de una estrella fugaz.

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