FJ Koloffon

La enfermera que quería ser corredora y se convirtió en astronauta

Lo que nunca imaginaron los doctores, enfermeros, camilleros y laboratoristas es que un día se convertirían en auténticos astronautas

La enfermera que quería ser corredora y se convirtió en astronauta
09/02/2021 |00:00
Redacción El Universal
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Mis papás se contagiaron de Covid-19. Primero llegó mi padre al hospital, una semana después tuvimos que llevar a mi madre. Es muy difícil dejar a alguien que quieres en el hospital, con este virus, pues no existe la certeza de que salga por la puerta de salida.

Al principio, mantuvimos contacto con mi papá a través del teléfono. Todos los enfermos por coronavirus deben permanecer solos, sin visitas, sin nada más que sus accesorios de limpieza y, con suerte, el celular. Nos escribíamos por WhatsApp y de repente nos llamábamos.

—“¿Cómo están vestidos los doctores y enfermeros?”, le pregunté, intrigado.

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—“Como astronautas. Mujeres y hombres, como si fueran a la Luna”.

—“Si puedes, tómale una foto a la enfermera, a la que te contó que de chica practicaba atletismo. Y dile de mi parte que es una valiente”.

“Unos días antes, cuando él orgullosamente le contó que su hijo tenía una columna en la sección deportiva de un periódico, ella le confesó que de adolescente quería ser corredora.

“Las oficinas están llenas de gerentes a quienes, más bien, les gustaría ser directores de orquesta. Todos conocemos a un financiero que soñó con ser explorador, o abogadas que deseaban ser bailarinas, a ejecutivos y obreros que morían por el futbol. Lo que nunca imaginaron los doctores, enfermeros, camilleros y laboratoristas —quienes de niños jugaban a ser lo que fuera menos a usar una bata blanca—, es que un día se convertirían en auténticos astronautas.

Ahí van con sus trajes espaciales por las habitaciones y las salas de terapia intensiva, en un viaje por este universo desconocido en el que se aventuran a diario y del que tampoco están del todo seguros si volverán. Han acompañado a mucha gente a su cosmos interno antes del viaje final. A otros les han devuelto la vida, más años, la esperanza.

“No le he visto la cara a ninguno, todos podrían ser el mismo”, me comentó mi papá por el teléfono, previo a apagarlo para abordar esa cápsula que esperamos lo traiga pronto de regreso de su odisea, para que nos vuelva a contar a toda la familia qué quería ser él de niño.

A mi madre la dieron de alta ayer. Cuando la vi cruzar la puerta de salida, mientras ondeábamos nuestras manos y se nos escurrían las lágrimas, recordé que a ella le habría gustado ser patinadora artística.

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