El 22 de octubre pasado, el mismo tranvía en el que

se trasladaba de niño de su casa a las canchas donde comenzó a practicar el tenis, fue bautizado con su nombre. El Feder-Express corre por la línea 8 de Basilea, ciudad natal de su Majestad, en un homenaje más que le rinde el país de los Rolex (que también lo patrocina).Por supuesto, me refiero a Suiza , esa misma que a últimas fechas se ha convertido en un meme que sirve en redes sociales para destacar las situaciones y escenas más bizarras e inverosímiles de nuestro país.

Pero, ¿qué sería de Roger Federer de haber nacido y crecido en la CDMX ? Seguramente, no habría llegado a sus clases de tenis con la escrupulosa puntualidad que desde pequeño lo caracteriza a él (hoy quizá hasta por contrato con la lujosa marca de relojes) y, claro, al transporte público suizo. Si en lugar de subirse al tranvía 8 hubiera usado un microbús, a lo mejor un buen día ni siquiera habría aparecido en el entrenamiento.

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¿Y a qué viene todo esto que parece chiste, pero que es lamento? Pues a que desde que regresaron los niños a clases van cuatro ruleteros que casi nos pasan por encima a mi hijo y a mí camino a la escuela. Basta con pararse en el cruce de Avenida Universidad y la calle Progreso , justo a un lado de los Viveros de Coyoacán , para atestiguar la sangre fría con que estos delincuentes del volante se pasan a toda velocidad los altos, sin importarles ni el pasaje, ni los coches, los transeúntes, las señoras con bebés, los oficinistas o los corredores.

“¿Pero por qué no los para un policía, papá?”, me preguntó Lorenzo desconcertado, y no supe qué responderle.

Autoridades (ja): ¿Cómo es posible que nadie los detenga? ¿Por qué ningún policía se atreve a infraccionarlos? ¿Cómo explicarle a un hijo o a un turista español, estadounidense o suizo que no se sancione una conducta así,? ¿Cuál es la razón de permitir que manejen criminales con licencia para matar? Chéquen su sistema de cámaras, den seguimiento a las denuncias por redes sociales, múltenlos, suspéndanles sus rutas.

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Y nosotros publicistas, agencias, empresarios y marcas, no forremos sus armatostes de publicidad. No fomentemos la barbarie, no financiemos agresores, no promovamos la inseguridad y el peligro, y mucho menos con el rostro de Roger , que junto a otros deportistas sonreía para el anuncio de una cadena televisiva de deportes a los costados de uno de esos camiones asesinos. Imagínese vivir en Suiza y perderse de morir atropellado en la CDMX por un microbús.

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