Si llega uno, llegamos todos”. Recordé la frase de mi amigo Santiago Pando cuando habla de la concordia de los espermatozoides en su nueva película “Escapando”, mientras un par de corredores se me escapaban a mitad de la carrera. Años antes, había ya participado en un medio maratón de Star Wars, pero esta de 15 kilómetros del domingo me pareció particularmente dura. Las cuestas del inicio y de la parte final del recorrido casi me matan.
En algún momento, pensé detenerme, pero tengo la creencia de que pararse en una competencia es un fracaso. Así que, como suelo hacerlo —sobre todo cuando me calzo los tenis—, resistí el embate de los pensamientos y seguí. Eso sí, dejé que aquellos dos se fueran, les deseé buen camino y me concentré en mi respiración y mi ritmo para sosegarme.
Tal vez suene incongruente y contradictorio, pero tengo también esta idea de que correr es, en sí mismo, un acto de detenimiento. Es como perder la mirada en el horizonte, como anclarla en las montañas conforme avanzan las nubes, o como sumergirla en las olas; es contemplar cómo la vida se queda atrás, sin juicios, sin prisa, viendo hacia adentro.
“Detenimiento es no hacer nada, para ser todo”, subraya asimismo Santiago en “Escapando” (que puede verse sin costo en Vimeo y, además, en Amazon Prime), y algo similar ocurre cuando corres y consigues hacer contacto con tu gran ser: te vuelves capaz de superar tus propias montañas, tus cúspides, tus vacíos, tus depresiones y de escapar de tus universos hasta llegar más allá de los límites, a las infinitas posibilidades, a tu núcleo, donde la fuerza está contigo.
“Si llega uno, llegamos todos”, me repetía en silencio como mantra zen a media subida, camino a la meta. Respiraba y exhalaba, rebasaba Chewbaccas, R2-D2’s, Princesas Leas y Darth Vaders. Algún stormtrooper me dejó atrás, y un Skywalker. “Concéntrate en el momento”, le dijo Qui-Gon Jinn en el “Episodio I: La Amenaza Fantasma”, justo antes de la carrera en Boonta Eve. “Siente, no pienses, usa tu instinto”, y eso hice hasta el final, donde crucé la meta otra vez con los brazos en alto, como un Jedi.
Aun en una carrera, corriendo a toda velocidad, es posible entregarse al presente, vivirlo y escapar del ajetreo del día a día y de las prisas, que —como concluye Pando— no son sino atajos que van a ningún lado.
Que la fuerza esté con ustedes.