Ya las tengo. Mi esposa me las compró de Navidad. Y yo a ella. O sea que, al final, cada uno acabó comprándose las suyas. Esto de las Navidades puede llegar a ser una tomadura de pelo. Y lo de los matrimonios. Y, según algunos, también lo de las Nike ZoomX Vaporfly Next.
Los dos las escogimos rosas. Son las mismas que usaron las liebres de Kipchoge en Viena, cuando rompió la marca de las dos horas en los 42 y pico de kilómetros.
Ella se las probó primero, caminó un poco en la tienda, se subió a una banda y alcanzó a sonreír como si hubiera cometido una pequeña travesura. “Tienes que probarlas”, me recomendó.
Me trajeron las mías y, al primer paso, esbocé una sonrisa parecida. Ahí, en esas zapatillas, había algo distinto, nuevo y hasta simpático, y de inmediato pensé: “Diablos, soy un canguro”. Mis hijos parecían algo avergonzados mientras yo trotaba ridículamente por la tienda, con ganas de correr y escapar a toda velocidad sin pagar.
“Tal vez empecemos a ver a gente saltando como canguros por las calles en vez de corriendo, ¡Nunca se sabe!”, recién comentó Haile Gebrselassie, el rey etíope del atletismo, en una entrevista. “No sé, poner muelles en tus zapatillas de running... No sé hasta dónde llegará la tecnología”.
Sólo una vez antes me había sentido tan extraño en unos zapatos. Fue en la escuela y no fue precisamente divertido, sino ridículo. Iba en quinto de primaria y no eran tenis, eran unos botines ortopédicos negros espantosos que tenían unas barras metálicas a los lados para dejar de pisar chueco.
Por más que le insistí a mi mamá que no me mandara con aquellas cosas horribles al colegio, allá fui, y no bastó ni la mitad del recreo para que un idiota de sexto los descubriera y a medio patio gritara entre carcajadas: “¡Miren al ortopédico taorto!”. Fui el hazmerreír.
Taorto es una marca longeva de calzado ortopédico que, para mi desgracia, justo por aquella época empezó a sacar anuncios en radio, televisión y por la ciudad entera. El apodo me duró varios meses, hasta que una mañana, en el mismo patio, al mismo idiota, le propiné una poderosa patada en la espinilla (con mis Taorto, por supuesto).
Recuerdo ese día cómo me sentí orgulloso con mis botines. Toda la escuela los volteaba a ver con respeto. Los Vaporfly no son muy bonitos, pero espero me traigan también alguna victoria. Los voy a estrenar hasta después del 25, en honor a la Navidad y a las promesas, en las que no está mal creer. Just do it.