“El mundo es un lugar malo, un mal lugar, un lugar terrible para vivir. Pero no quiero morir”. Así reza la canción Reflections of My Life, tan vigente hoy como en 1969, cuando fue compuesta, grabada y publicada por la banda escocesa Marmalade.
Aunque en estos meses las cosas se han ido normalizando poco a poco —a pesar de que la pandemia no cede y las olas de contagios vienen y van—, las líneas de esa estrofa probablemente resuman el actual sentir de buena parte de la humanidad.
Esto de vivir está más complicado que nunca, pero (casi) ninguno desea morirse. Hacemos lo posible para subsistir y volver a lo nuestro, cada quien a lo suyo: Regresar a la escuela, a las oficinas, a la casa de los abuelos, a los bares, al mercado, al teatro, al cine, los conciertos, a buscar el amor, los acostones, a misa, a los estadios, tiendas, bibliotecas, a los aviones, a otros países, a las carreras.
El otoño que recién empieza sin duda quedará marcado por el regreso de los maratones multitudinarios. Berlín, Londres, Chicago, Boston, Nueva York, Atenas, Ciudad de México y una larga lista de destinos donde miles y miles de personas se darán cita de nuevo para cumplir la meta más plausible de todas: Entregarse al camino.
Estos reencuentros de tantas mujeres y hombres en sus respectivas líneas de salida serán especialmente emotivos y nostálgicos. Buena parte de los corredores llegaremos ahí con pérdidas: Familiares, amigos, posiciones laborales, posturas de vida, creencias, planes y expectativas. Quién no dejó algo o a alguien atrás en estos casi dos años de maratones invisibles, de esfuerzos, cansancio, sufrimiento y, también, de determinación por seguir.
Kenenisa Bekele se presentará el próximo domingo 26 de septiembre en la capital alemana con la poderosa intención de romper el récord mundial, ese de 2:01:39 horas que casi le arrebata a Eliud Kipchoge ahí mismo hace dos años, sin tanta parafernalia como la que rodea al keniano. A pesar de la crisis y el consiguiente bajón de ritmo que sufrió pasado el kilómetro 30, el etíope metió el acelerador al final y por poco logra la gesta.
Quiero pensar que la cancelación en 2020 del emblemático maratón berlinés fue tan sólo una pausa para tomar aire en preparación de lo que estamos por atestiguar. ¿Cuáles serán las reflexiones de Kenenisa durante su ruta?, ¿acaso le dará tiempo para pensar —como al resto de los participantes— en lo perdido, o deberá concentrar toda su fuerza en lo que tiene enfrente, en el próximo paso, en el regreso a la meta, en la —para muchos— remota posibilidad de aún poder ganar?
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