Varias semanas después de la tragedia, Alejandra Lagos despertó de regreso en Nueva York —donde vive desde hace años con su esposo y sus hijas— con su realidad trastocada. Fue tal la conmoción, que no recuerda cuánto tiempo permaneció en México, tras la muerte de su padre —el 19 de noviembre de 2017—, a manos de criminales, mientras rodaba en su adorada bicicleta por las Pirámides de Teotihuacán.

“Después de todo lo que pasamos, tuve que volver a casa, a mi ‘vida normal’. Desperté el primer día y vi un auténtico vacío oscuro. Estaba a punto de ser succionada, cuando escuché una voz adentro de mí que decía: ‘Sólo corre’. Así que lo hice, me levanté y corrí. Y lo hice todos los días después de eso. Correr me salvó”, escribió en su Facebook el domingo al amanecer, antes de emprender sus primeros 42.195 kilómetros en el Maratón de Nueva York.

“Es algo que no pensé que podía hacer”, me confesó, en entrevista. “Yo no corría, él me motivó a correr mi primer medio maratón y los siguientes. Me insistía que yo podía y me mandaba entrenamientos. Por eso, cuando me inscribí al maratón, estaba claro que iba por él. Mi papá hizo que muchas personas hiciéramos cosas que no sabíamos que podíamos hacer”.

Adolfo Lagos Espinosa amaba el ciclismo, pero lo mismo motivaba a ciclistas que a corredores, a familiares y a colaboradores de trabajo. A todo el mundo lo convencía de montarse en una bicicleta o de ponerse unos tenis.

Cuando lideraba en España a uno de los equipos más importantes de Banco Santander (pues además de ser también compositor musical, destacó en el gremio bancario internacional y se ganó las confianzas de la familia Botín), se le ocurrió poner en práctica un entrenamiento de grupo: subir en bicicleta el Tourmalet, el puerto de montaña más famoso que se escala en el Tour de Francia y que supone un grandísimo reto para los ciclistas profesionales. Tres meses después, los nueve directivos juntos conquistaron la cima, en un ejemplo de trabajo en equipo y superación que les valió la portada de una connotada revista de ciclismo.

“Mi papá sostenía que, cuando quieres lograr algo, lo único que tienes que hacer es ponerte la meta; punto. Y ya que la pones, entonces sigues los pasos que ya existen para llegar. No es magia, parece, pero es método. Este domingo, te puedo decir que él corrió Nueva York de principio a fin conmigo, siempre a mi lado. En los puntos de hidratación, le preguntaba desde ese mismo lugar donde casi cuatro años atrás escuché aquella voz: ‘¿Qué tomo ahorita: Gatorade o mejor agua?’”.

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