Hace dos meses no veo a mis padres. A mis amigos, hace como 24, a raíz de que obtuve mi grado de antisocial cinta negra decimocuarto dan. Mis hijos, a veces me preguntan con suma curiosidad:

—¿Pá, quién es tu mejor amigo?

Y yo ya no sé bien qué contestar, hasta me da un poco de pena.

—El Chango... No, el Perro, o a lo mejor el Marrano.

—¿Hacían travesuras de chiquitos?, ¿por qué todos tienen nombres de animales?

—No todos, también están Juan, Roberto... Varios, y claro, la siguiente pregunta es por qué no los conocen.

 

Para mi mujer y mis hijos, los amigos son un tesoro. No es que para mí no, pero si pasan dos años más sin salir y sin verlos, no sufro. Por eso, no le he entrado al Zoom de los viernes. Puedo esperar a después de la cuarentena.

El de mi familia es los martes 8:00 p.m., o sea hoy. Cada semana, alguno organiza y expone algo para hacer las sesiones más entretenidas, pues últimamente no pasa mucho y no hay demasiada alegría ni noticias que contar.

Para la cita de esta noche, mi mamá nos dejó la tarea a cada uno (abuelos, nietos, hijos, nueras y yerno) de escribir un cuento con estas palabras: amor, libros, camino, naturaleza, alegría, familia, salir, tesoro, travesuras, amigos. Yo ya palomeé las últimas seis.

Cómo han cambiado las cosas, quién iba a decirnos a principio de enero que las comidas dominicales se convertirían en videoconferencias, que atletas olímpicos —como Mariana Arceo— se pondrían a entrenar ahora en sus garajes, que Juan Luis Barrios, uno de los mejores corredores mexicanos de pista, le tomaría gusto a la caminadora eléctrica, que varios locutores deportivos transmitirían sus programas de televisión desde casa en calzones, o que osos salvajes se pasearían muy campantes por zonas residenciales de Monterrey en la madrugada.

Todo está cambiando. La naturaleza, nosotros, la manera de interactuar, la forma de comprar y leer libros, las enseñanzas, los deportes.

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Los maratones de primavera fueron pospuestos para otoño e invierno, y a ver. Las carreras modificarán seguramente sus formatos. Recién, mi amigo Frank Estrada, organizador de carreras, se aventuró en su Facebook a imaginar el nuevo modelo: entrega de kit a domicilio, salidas escalonadas en bloques, con cubrebocas; el corredor lleva su hidratación y, muy importante, ganadores por tiempo chip, lo cual se me hace lo más justo. “Sí, pero matas ‘el espectáculo’”, atinadamente me respondió, aunque los espectáculos ya tampoco serán lo mismo...

Quizá lo único que quede intacto sea el amor.

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