Pocas cosas más antihigiénicas puede encontrar uno en México que el típico letrero pegado en el lado interior de las puertas de infinidad de baños públicos: “Favor de depositar el papel sanitario en el bote de basura”.
Señoras y señores, niños y niñas, no hagan caso, eso es una auténtica porquería, una creencia atorada en las cañerías mentales de muchas casas en las que la información se transmite equívocamente, ya podrida, de generación en generación.
El papel higiénico debe echarse al escusado.
Últimamente, con motivo de mi preparación para mi próximo maratón, que ya se acerca, me ha tocado visitar diversos espacios deportivos y pistas atléticas para realizar entrenamientos muy específicos, además de la habitual Villa Olímpica, en la alcaldía Tlalpan, donde ni a papel sanitario llegan, ni a jabón para las manos, ni a toallas para secarlas.
A veces, ni a agua, vaya.
El lamentable escenario se repite, por ejemplo, en la decadente Pista Olímpica de Remo y Canotaje de Cuemanco, que se cae a pedazos. La tienen, tal cual, hecha una mier... (con su perdón, pero así es).
A saber si será responsabilidad del Indeporte, de los alcaldes, de la corrupta de Ana Gabriela Guevara o de Martí Batres, el impresentable, pero no tardan en culpar a la Ministra Piña o en pedirle al querido Guillermo del Toro que mejor él se haga cargo.
La situación en el gimnasio, el Frontón Cerrado y en las distintas instalaciones deportivas de la Universidad Nacional Autónoma de México, en Ciudad Universitaria, tampoco es distinta. Y podría apostar que lo mismo ocurre en la mayoría de los baños para deportistas y atletas —a cargo del Gobierno— en prácticamente todo el país, como si se tratara de baños para perros y no para mujeres y hombres que van a ejercitarse a nivel profesional y amateur.
Apuesto también a que hay presupuesto, pero que —al final— sirve para que algunos sinvergüenzas hagan sus propias cochinadas, se orinen fuera de la tasa y cometan sus fechorías en lo oscurito.
Pero sigamos esperando grandes resultados en el deporte mexicano cuando nadie vela por la dignidad de nuestros atletas, y las autoridades —de la peor calaña posible— se roban el dinero hasta de sus baños.
En este país hace falta demasiado orden y, claro, también educación.