En la cima, es más fácil caer que de cualquier otro sitio. Arriba hay menos superficie de dónde sostenerse y es exclusivamente a través de nuestra habilidad que nos podemos mantener allí. Desde la cúspide, los golpes son más duros, pero no es lo mismo despeñarse que bajarse de motu proprio.

Esta semana que recién pasó, fuimos testigos de dos descensos abruptos, inesperados ambos, imprevistos. Primero, el de Ashleigh Barty, la número uno de la WTA, quien anunció repentinamente su retiro del tenis profesional por agotamiento físico y mental, acusando falta de ganas para desafiarse en lo más alto del nivel, en el culmen del ranking mundial del deporte blanco. ¿Quién en su sano juicio se retiraría cuando atraviesa por el punto más alto de su carrera? Pues a lo mejor sólo alguien en su sano juicio.

O preguntémosle a Will Smith, el otro caso, la segunda de las caídas; esta sí, terriblemente estrepitosa. Yo no soy experto en recursos naturales ni en ecología, ni en trenes ni aeropuertos ni en Will Smith, como planteaba uno de tantos memes que generó el cachetadón de los Óscar, la bomba mediática del año. Sin embargo, el lamentable espectáculo sí nos deja mucho que pensar, aprender e —inevitablemente— comentar.

La corona de mejor actor esperaba al protagonista de “Rey Richard”, pero no tuvo oportunidad de ponérsela tras abofetear al irreverente cómico que se burló de la condición capilar de su esposa. Cabe mencionar que el propio Will se rió al principio con el chiste, aunque luego le entró la furia y no consiguió contenerse, como lo hizo el padre de las Williams en la cinta que le dio la estatuilla, cuando una pandilla del vecindario los acosó a él y a sus hijas y —a pesar de la humillación— evitó el confrontamiento.

Quizá nos han vendido que el mejor lugar del mundo es un trono, y quizá no sea así. En las alturas hay mucha presión, el ambiente no es sencillo, tomar un respiro se dificulta. Sin duda, hay que visitar de repente una cumbre, pero exclusivamente para contemplar esa vista gloriosa de lo que hay abajo, y para corroborar que por más cúspides que se alcancen, la distancia al cielo sigue siendo la misma.

Mi admiración a la tenista número uno del mundo, que se bajó voluntariamente de su cima, porque, como bien declaró, “no hay un camino correcto ni uno incorrecto, cada quien sabe el suyo”. Mi respeto también para quienes sí resisten, para Eugenio Derbez, para todos los que ganaron, incluso para quienes perdieron la cordura. No es fácil ser quien se es y al final somos un poco de todo.

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