Por la derecha, caminaba despacio una señora sola. A su izquierda, a un ritmo más o menos rápido, corría un hombre de alrededor de . Yo venía unos cinco metros detrás suyo, a una velocidad parecida, así que pude ver toda la escena. Me gusta ver lo que sucede alrededor mientras corro.

Ella traía la mirada clavada en la arcilla. El crujir de su pesado andar desentonaba con las pisadas breves y livianas de él. Algo en el aire me hizo percibir cierta desolación en aquella mujer que rondaría los 65 años de edad. Hay personas a las que no les preocupa ya ocultar su soledad, unas de la felicidad y otras por la tristeza. El sol comenzaba a brillar. Sin embargo, la señora que caminaba parecía de las personas tristes.

El jubiloso corredor

volteó a su derecha y la saludó. En los circuitos de corredores es casi tan raro que la gente respete el carril para rebasar, como que los extraños se saluden. Ella tardó en devolverle el “buenos días”, pero respondió con una resignada sonrisa. A veces, la resignación es una decisión sensata que nos ayuda a vivir tranquilos.

Un instante antes del contacto, tuve la impresión de que justo hablaba consigo misma sobre su soledad, de que al mundo le daba igual si respiraba o si dejaba de existir, de lo lastimoso que es pasar desapercibida ante los demás. No sé si haya sido así o si más bien fue, como suele ocurrir, que a quienes escribimos nos gusta inventarle diálogos al primero que se nos cruza enfrente. Pero lo que es real es que sentí una certeza:

Algo en el aire nos comunica. Una persona puede ir caminando devastada, sintiéndose casi invisible y, de pronto, el tipo de al lado —un desconocido cualquiera— la saluda. Es como si a los pensamientos los arrastraran corrientes de vientos imperceptibles y los decodificaran y reconfiguraran en el trayecto a otra cabeza, como hilos sutiles que nos conectan.

Se respira en el aire que la cosa está jodida, pero también que tenemos ganas de vivir, porque hay algo en el aire todavía más poderoso que un virus: Frecuencias sensoriales y amorosas que, a veces, conseguimos descifrar al salir a correr.

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