Termina una época en México. Concluyó a base de votos en una fecha precisa: 2 de junio del año 2024.
36 millones de personas definieron un cambio mayúsculo. Sabemos qué termina pero no qué empieza. Lo veremos pronto.
El fin de era está marcado por la extinción de dos grandes partidos de oposición.
El PRD desaparece. La contribución del partido del sol azteca a la construcción de la democracia fue central y tarde o temprano tendrá que ser reconocido.
Por su parte, el PRI nació siendo un partido de caciques y morirá siendo lo mismo. Surgió por el talento de Calles para gestar un pacto de elites. Ese pacto consistía de varios pilares: el Presidente de la República como fiel de la balanza, sectores sociales como corporaciones. Laicismo y nacionalismo revolucionario, desconfiando o de plano alejándose, de Estados Unidos.
Todo eso se trastocó en los ochenta del siglo XX. Con Miguel de la Madrid se inauguraron dos etapas: la de la apertura al mundo —vía el GATT— y la del combate a la inflación a través de la contención salarial. Con Salinas vino el descabelle: los sectores fueron expuestos al desmantelamiento del proteccionismo, Estados Unidos se convirtió en socio y se abrieron relaciones con la Iglesia Católica.
Poco antes, el PRI se había fracturado. En 1987, los integrantes de la llamada Corriente Crítica salieron para fundar un nuevo canal de participación. Terminó siendo el PRD.
La convulsión de los cambios promovidos por Salinas terminó por dividir, adentro, al PRI en dos: aquellos que creían en el nacionalismo revolucionario y quienes conformaban las nuevas elites: la clase política tecnocrática vinculada a una nueva casta empresarial de ultra ricos que se gestó con las privatizaciones del estado.
A partir de estos acontecimientos, el tricolor comenzó a perder elecciones: la primera gubernatura en 1988, ante el PAN, que se multiplicaría hasta 5, sólo 9 años después. En el propio 1988, el PRD logró lo inconcebible entonces: ganó las primeras 4 senadurías de oposición de la historia, con una excepción: en 1976 Jorge Cruickshank llegó por el PPS tras entregar la gubernatura de Nayarit que había ganado Alejandro Gascón Mercado negociando con el presidente del PRI: Porfirio Muñoz Ledo.
En 1997 el PRI perdió la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y en el 2000 la presidencia. La recuperó en el 2012 —gracias a que controlaba 19 gubernaturas y potentes bancadas en el Congreso —para perderla 6 años después.
Por su parte, en el año 2000 el PRD controlaba 4 gubernaturas y la Capital de la República.
Fue el nacimiento del PRD la que catalizó la democratización de México. El PAN fue se ideólogo y soldado, pero el PRD logró fragmentar al PRI.
Con todo, el mosaico de intereses que aglutinaba el PRD lo llevó a su perdición. El Partido se mantuvo competitivo mientras tuvo hegemonía de mando Cuauhtémoc Cárdenas. Cuando perdió por tercera vez la presidencia, su influencia se diluyó. El nuevo líder, Andrés Manuel López Obrador no pudo imponerse a las tribus y en el 2015, se fue. Pero no se fue solo. Se llevó a casi todo el PRD con él. Aún tenía 5 gubernaturas y la capital, pero sólo de membrete. En 2018 comenzó su caída libre. Hoy no tiene gubernaturas ni registro. Está muerto.
El PRI está, por su parte, en agonía. Gobernaba 14 estados hace dos años. Hoy, 2 (y es un decir). Su voto duro llegó a ser de casi 15 millones de votos. El 2 de junio obtuvo 5, de un universo de 98 millones. Será la quinta fuerza política en la Cámara de Diputados. Hoy libra una lucha a muerte: entre sus propios dirigentes.
El voto, como la energía, ni se crea ni se destruye: se transforma. El PRD y el PRI se vaciaron en un nuevo recipiente: Morena.
El de Claudia Sheinbaum será, para efectos prácticos, el primer gobierno de izquierda del siglo. Su llegada la truncaron en 1988 y en el 2006.
En su extravío, su cortedad de miras, las oposiciones han dejado al país sin contrapesos.
Se van los dos partidos que se decían herederos de la revolución. Una institucional, otra democrática. De ese tamaño las contradicciones.
El final de ambos deja al garete al país, pero refleja la incapacidad de las clases dirigentes para entender a la sociedad y reconstituirse.
El PRI y el PRD no se van, porque es la política la que retira: nadie, decía Reyes Heroles, se retira de ella.
@fvazquezrig