México es un gran país aprisionado por una triada nefasta: políticos, oligarcas y tecnócratas.
Los políticos son los principales beneficiarios de sucesivas reformas que les han garantizado abundantes prerrogativas, impunidad y blindaje contra incapacidad y corrupción.
Han sido una cofradía incapaz de liberar la energía de una población joven, laboriosa, deseosa de progresar y cada vez más capacitada, causando la trágica emigración de millones que han huido de la violencia, nulas oportunidades y sustracción de sus ingresos por los poderosos.
Esta emigración ha sangrado al país, dejando evidencia de su enorme potencial productivo en las remesas, una pequeña parte de este.
Los políticos se han dedicado a la grilla para perpetuarse en el poder y así seguir viviendo de los demás. Han sido incapaces de escuchar a los que queremos y podemos construir una economía vibrante y justa, prefiriendo rodearse de correligionarios, generalmente incompetentes o dogmáticos.
Los políticos de la 4T, anhelando acabar con las ideas neoliberales, las han reforzado por su fijación en lo político y su manejo económico repleto de resentimiento, autoritarismo y ocurrencias. Los pobres y la clase media siguen estando al final.
Los tecnócratas neoliberales, segundo brazo del tridente, nos deben 40 años perdidos por su incapacidad para generar prosperidad, dilapidando la abundancia petrolera, el bono demográfico y el renacer democrático.
Son corresponsables con los políticos y los oligarcas de la pobreza, desigualdad y resentimiento de millones y de pavimentar el camino a la regresión autoritaria.
Tercos, todavía no se dan cuenta ni aceptan sus errores, manteniéndose irredentos en su credo señalando, sin autoridad moral, los múltiples errores del presente gobierno.
El tercer brazo del tridente son los oligarcas, inalterablemente cercanos al poder. Son los mismos de siempre, sobrevivientes al eslogan de “separar el poder político del económico”.
Postrados, han logrado que no se afecten sus privilegios causando la connotación negativa que tiene en las mayorías la palabra “empresario”.
Las reformas de las últimas décadas y las contrarreformas del presente no han tocado lo que es la principal fuente de estancamiento, inflación y desigualdad que son las empresas estatales y las basadas en protección, concesiones y compras gubernamentales, y blindadas de sanciones por sus prácticas anticompetitivas.
Principalmente por este Trío, México parece condenado a un “Estancamiento Secular” por escasa inversión pública, inseguridad, altas tasas de interés y restricciones crediticias.
Increíble que ahora, aún antes de lograr la producción y el empleo que teníamos en 2018, cuando 2 millones de personas están desempleadas, 6 millones subempleadas y los salarios reales están estancados, se aplique la usual pero inútil restricción monetaria, para reducir la inflación causada por problemas de falta de competencia interna y de oferta, con lo que se agravará la caída económica y la falta de progreso de las mayorías.
Pero nuestro país es vigoroso y algún día se cansará de los incompetentes y voraces y se liberará de ellos.
Eso sí será una verdadera transformación.