En estos tiempos de alta inflación, el papel de los bancos centrales se pone de relieve. Una de sus funciones es combatirla ya que puede ser originada por exceso de demanda, que a su vez puede provenir de demasía de dinero en la economía.
Aunque es un dogma que para muchos no requiere comprobación, no siempre el aumento de los precios proviene de exceso de demanda, ni siempre ésta es causada por demasiado dinero en la economía.
Para atacar bien la inflación, que es nociva, deberíamos analizar si efectivamente hay exceso de demanda y en dónde, pues no es lo mismo si se experimenta en países grandes que afectan los precios internacionales, o en México, que por su tamaño no los afecta.
Es decir, si alguno o varios de esos países consumen mucho petróleo, su precio subiría. Ese precio es internacional y afectaría globalmente. No sería así si México aumenta substancialmente su demanda, pues por su tamaño, difícilmente afectaría el precio internacional.
Igualmente, deberíamos ver en dónde hay un exceso de circulante, pues si se localiza en otros países debido a políticas monetarias laxas para activar sus economías, no necesariamente se presenta en México donde las políticas monetarias se mantuvieron estrictas.
Por eso, la respuesta actual de Banxico, consistente en elevar tasas de interés para reducir liquidez y demanda, pudiera ser apropiada para Estados Unidos, pero no para México.
Por más altas que sean las tasas de interés y mayor la restricción crediticia en nuestro país, no se van a afectar los precios internacionales de la energía o de los alimentos, ni siquiera los internos, porque tienen una base internacional.
Lo que sí causa la restricción monetaria de Banxico es una caída en la inversión y el empleo, sin que baje la inflación. Más bien podría aumentar por falta de producción nacional causada por la astringencia financiera.
Como el exceso de demanda y de circulante está en otros países grandes, los precios internos dejarán de subir cuando dejen de subir en Estados Unidos, no antes, haga lo que haga Banxico.
Pero sus políticas tienen otro efecto pernicioso: inflan el tipo de cambio y con ello, subsidian las importaciones, castigando la producción nacional y a todos los que contribuyen a ella: inversionistas, proveedores, obreros, agricultores. Los hace menos competitivos por el doble golpe de mayores costos financieros y un tipo de cambio sobrevaluado.
Mientras aumentan los precios internos, el peso se mantiene contra el dólar y los precios de los productores nacionales se tienen que mantener, afectando su factibilidad. Eventualmente dejan de producir, disminuyen inversiones o cierran.
Esta política monetaria es elogiada por economistas que han adoptado el dogma monetarista.
Este dogma tiene sus condicionantes aun en la teoría, pero considerarlas requiere pensar por lo que mejor se ignoran y así simplificar el mensaje al público. Es más sencillo actuar como siempre.
Después de 40 años de aplicar esta política monetaria, la mayoría piensa que el dogma monetario es una verdad universal, objetiva e inmutable que no requiere ni comprobación ni acepta discusión. Como cuando antes de Galileo, era verdad indiscutible que el sol giraba alrededor de la tierra.
La política monetaria debe ajustarse para encontrar soluciones efectivas y menos costosas para escudarse de la inflación global.
Con una demanda total y una masa salarial menor a las de 2019, inversión cayendo, PIB menor al de 2019, un sistema bancario minúsculo que no presta; con superávit operativo en el gobierno federal; con más de la mitad de la población en pobreza y con un país abierto a las importaciones: ¿Cómo se nos ocurre pensar que hay exceso de demanda?
La política de Banxico, antes de combatir la inflación, va a impulsarla por aumento de costos financieros en el sector productivo privado y público y porque las disrupciones productivas causadas por la pandemia no pueden resolverse debido a la carencia de crédito para invertir en descollar las cadenas de suministro. Además, porque no ataca los precios de sectores con poder oligopólico.
Su único efecto es subsidiar importaciones, con un alto costo en inversión y empleo.
Banxico nos queda a deber el diseñar una política monetaria diferente, que estimule la inversión, permita el acceso al crédito bancario a millones de empresas, apoye la producción nacional y evite subsidiar importaciones.
La actual política cuesta mucho. La hemos experimentado por 40 años y nos ha estancado.
Sí hay opciones. Existen en la teoría económica ortodoxa. Pero hay que cuestionar el dogma. Empezando por regresarle al Banco su función, suprimida por Zedillo, de estimular el empleo.
Empresario y fundador de la Asociación Nacional de Empresarios Independientes (ANEI)