Actores que deberían ser clave en la contención de la crisis económica que agravó la pandemia, están “nadando de muertito”.

Son notables las ausencias de casi todos los secretarios relevantes y los directores de los bancos dizque de fomento. Todos escondidos tras un presidente que ambiciona ser omnipotente y omnímodo.

Dentro de los ausentes relevantes, por su propia vocación, encontramos al Banco de México (Banxico).

Aunque es peligroso criticarlo por ser icónico en el dogma económico neoliberal, debemos decir que su actuación deja mucho que desear.

Comparado con otros bancos centrales Banxico está “nadando de muertito”.

Independientemente del arcano comunicado del aumento de liquidez a la banca por $250 mil millones -0.8% del PIB- para préstamos a Pymes, sin instrumentación para que la banca comercial los canalice eficientemente, y otras medidas, las acciones del Banco son francamente irrelevantes.

Algunos dicen que no es su objetivo apoyar la actividad económica y el empleo, pero esto aumenta su irrelevancia. La solución es complementar su misión, cambiando sus estatutos.

Muchos se horrorizan al pensarlo, pues temen al fantasma del financiamiento inflacionario al gobierno, sin recordar que, en la parte más ilustre de su historia, el Banco supo encontrar la posición correcta para impulsar el crecimiento, evitándolo.

La posición actual del Banco es “tirar el agua de la bañera con todo y bebé”, pues con depresión económica se acaba la inflación, pero también el empleo y el bienestar.

Es muy deficiente el cumplimiento de su función de lograr edificar un sistema bancario adecuado y suficiente para el desarrollo nacional. El sistema es de los más pequeños del mundo -menos de 30% del PIB.

Sin banca suficiente y eficiente, difícilmente habrá crecimiento y prosperidad.

Debido a la dirección histórica de Banxico, el sistema bancario está excesivamente concentrado; es mayoritariamente extranjero y es extremadamente conservador y caro. Eso lo hace ser uno de los más rentables del mundo y sus prácticas oligopólicas garantizan esa situación.

La propensión ancestral del Banco manteniendo excesivas tasas de interés ya deformó al aparato productivo mexicano.

Incentivó actividades con escasa inversión por insuficiencia y alto costo de financiamiento; dependencia en importaciones subsidiadas por un tipo de cambio sostenido arriba de su nivel adecuado; orientación a la inversión rentista favorecida por garantías inmobiliarias; florecimiento del agio, que azota principalmente a los más pobres; y dependencia del “capital golondrino” que acentúa los riesgos sistémicos.

El aparato productivo actual, y su incapacidad de generar empleo suficiente y bien remunerado, es producto principalmente de los incentivos perversos de un mal sistema financiero y fiscal.

Es tiempo de cambiar el comportamiento de Banxico porque lo necesitamos como actor principal para estimular el desarrollo.

El autor es empresario mexicano, fundador de la Asociación Nacional de Empresarios Independientes (ANEI). ftd@katcon.com

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