A lo largo del siglo XX fue particularmente significativo el auxilio prestado por México a quienes estaban necesitados de protección y apoyo.
A principios del siglo sucede un hecho particularmente importante y, quizás, difícilmente comprensible: el 22 de septiembre de 1910 se refunda la Universidad en el país bajo el nombre de Universidad Nacional de México y, escasos dos meses después, el 20 de noviembre, estalla la Revolución Mexicana. Lo notable es cómo una institución tan joven, con solo un par de meses de vida, sirvió como el fermento que guio doctrinaria e ideológicamente al movimiento revolucionario.
De estas aulas recién abiertas, de las bibliotecas en formación y de los laboratorios apenas planeados, surgieron los líderes Intelectuales del movimiento revolucionario, entre quienes se encontraron: Martín Luis Guzmán; Mariano Azuela; José Vasconcelos; Antonio Díaz Soto y Gama; y, señaladamente en el ámbito jurídico, tres de los más insignes juristas del siglo pasado, Isidro Fabela y dos que serían posteriormente directores de la Escuela Nacional de Jurisprudencia: Luis Cabrera y José Natividad Macías, quienes defendieron la soberanía nacional de manera heroica y que, a la cabeza de los abogados que integraron la cuarta parte de los diputados del Congreso Constituyente, sacudirían la doctrina constitucional y los principios generales del Derecho, dando a las constituciones del mundo, desde ese momento y para siempre, un nuevo perfil al incorporar dentro de sus textos los derechos sociales.
Una vez encauzada la ruta jurídica constitucional del nuevo Estado en la tercera década del siglo, con la inspiración de Isidro Fabela, México se convierte en el principal protector de los países agredidos y desamparados. Son memorables las intervenciones de Fabela en defensa de Etiopía ante la agresión italiana; la de China por la prepotencia japonesa; el desamparo de la República Española ante la agresión nazifascista; y, por último, la ilegal e injusta anexión de Austria a la Alemania nazi.
En todos estos casos, la voz de México sonó de manera clara y nítida; el país tuvo ante el mundo el prestigio innegable de una posición de absoluta defensa a las normas internacionales y a los derechos fundamentales.
