La migración por motivos de seguridad y el exilio son ese desprendimiento en donde se mezclan el dolor y la esperanza, el despojo y el reinicio; son fenómenos múltiples, pues tienen repercusiones personales e íntimas, pero, al mismo tiempo, colisionan con una realidad social y colectiva imposible de ignorar. La búsqueda de asilo lo cambia todo; quien se refugia en un país distinto deja de ser lo que era o, cuando menos, se ve obligado a dejar de ser como era.

Cuando ocurre, surgen tres perspectivas que muchas veces terminan en conflicto entre ellas: la de los que huyen, la del gobierno del país del que salen y la de quienes los reciben. Por ejemplo, durante el periodo en que los exiliados españoles llegaron a territorio mexicano, si bien existieron diversos grupos que ofrecieron su apoyo inmediato, también hubo quienes se resistían a aceptarlos. Entre esos opositores al exilio había personas y grupos que realizaron distintos actos hostiles, aunque no violentos, contra los recién llegados. Buscaban presentarlos de distintas maneras: como emigrantes económicos más que como refugiados políticos, es decir, como competencia desleal para los trabajadores; como gente perseguida por la justicia de España, delincuentes comunes que no podían ganarse la vida de forma honesta en su tierra de origen, bandoleros que huían de la ley; o bien, como elementos peligrosos para la convivencia social; individuos protegidos por un gobierno que los prefería a otros grupos en desgracia, entre otras.

El pasado 29 de julio ocurrió una tragedia en Southport, Inglaterra, cuando un individuo atacó a un grupo de infantes y a varios adultos. Luego de este evento, se difundió información falsa sobre el origen del agresor y su supuesta calidad como solicitante de asilo. Al final, aunque se comprobó que se trataba de un galés, el alboroto causado por los grupos de ultraderecha resultó en el ataque a diversos centros de reunión de la comunidad musulmana.

Es intolerable que grupos de oposición utilicen tragedias de este tipo para fomentar el odio, el repudio y la discriminación en contra de quienes huyen de sus países de origen por miedo a que atenten contra su patrimonio, su libertad o su vida. Por fortuna otros colectivos de respaldo a los migrantes también se hicieron presentes y se manifestaron en contra de los disturbios causados por los miembros del grupo antiinmigración. Al final, se debe entender que el asilo es un fenómeno cultural que demuestra la voluntad de vivir, la riqueza de quienes aceptan los mestizajes, así como las combinaciones y diálogos para generar frutos que se prolonguen en el tiempo.

Profesor Facultad de Derecho UNAM

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