Históricamente, desde el final del periodo armado de la Revolución Mexicana, las elecciones han sufrido todo tipo de vicisitudes, cambios, violencia e intentos de fraude; todo ello provocó gran desconfianza respecto a los procedimientos electorales.
Fue hasta hace poco tiempo que, gracias al IFE y luego al INE, empezó a desarrollarse confianza popular en torno al sistema electoral y este fue aceptado hasta lograr que hoy estemos convencidos de su eficiencia y efectividad. Es indudable que cualquier sistema tiene defectos, pero dada la desconfianza que durante más de 50 años se ensañó en los procesos electorales del país, la labor desarrollada por los órganos autónomos electorales en la actualidad ha sido más que comprobada. Los constantes ataques a ellos no hacen más que empañar la confianza y el deseo que tenemos los mexicanos de que nuestra voz sea escuchada.
Una vez que la arena electoral esté lista para recibir las discusiones, los puntos de vista, las alternativas y, posteriormente, llevar a cabo la recepción de los votos y la declaración de los resultados, es más importante que quienes participen en esta contienda estén conscientes del compromiso que tienen con el país y con sus conciudadanos.
Hay dos maneras de ver la historia, la primera de ellas es como un proceso permanente de desarrollo en el que la solidaridad social no se interrumpa y que sea creciente para lograr avances que, aunque sean escasos, puedan ser permanentes o, la segunda postura, defendida por quienes piensan que los grandes saltos, que casi necesariamente llevan violencia, inconformidad y crisis sociales, pueden asegurar esa mejoría social.
En la actualidad hay quienes se inclinarán por el enfrentamiento y el rompimiento de la solidaridad ciudadana, lo que puede traer consigo grandes problemas sociales y, sobre todo, no necesariamente garantizaría grandes avances, ni en el ámbito económico, ni en materia de justicia social.
Este es el dilema que nos debemos de plantear los mexicanos en los seis meses que tenemos por delante: ¿Qué queremos para nuestro país? Y, ¿qué creemos que será lo más adecuado?
Pugnar por un cuerpo social solidario participativo que deje atrás rencillas raciales, ideológicas y de clase, o, propiciar, por el contrario, una participación sólida y solidaria sin rencor.