El domingo 19 se celebró la segunda vuelta electoral en Argentina para nombrar al nuevo presidente por los próximos cuatro años.
La votación fue indubitablemente en favor del candidato conservador, reaccionario y que representa las más lóbregas tradiciones de la derecha argentina.
El resultado fue de suma trascendencia pues, luego de ser derrotado en la primera vuelta electoral por casi 6 puntos, el candidato presidencial de la coalición La Libertad Avanza, Javier Milei, logró superar por más de 10 puntos al candidato que en octubre obtuvo el mayor número de votos: Sergio Massa.
El problema estructural de la economía argentina viene desde el gobierno de Juan Domingo Perón, quien en un populismo sinsentido y absurdo, y, apoyado por el carisma de su mujer, trastocaron la estructura de un país que, de no haber sido por ellos, podría ser hoy una potencia mundial.
El resultado del proceso, además de significar la elección de un personaje oscuro, irresponsable e inculto, es un rechazo a la clase política tradicional. En todo el mundo, pero particularmente en América latina, las alternativas tradicionales han fracasado; los grupos políticos que han manejado los gobiernos de los países están desgastados y los electores buscan por caminos diversos que, aunque nos parezcan impensables, los lleven a un nuevo horizonte de esperanza.
Ojalá que, por Argentina, las promisiones más sombrías que representa la figura de Milei no se cumplan.