El bagaje jurídico e intelectual en México caracterizado por su calidad humanitaria estableció las bases para el surgimiento de un conjunto de intelectuales defensores de esa causa. Uno de los más insignes fue, sin lugar a dudas, Alfonso García Robles.
Egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México, en su brillante trayectoria contó con dos actos que lo convirtieron en un símbolo.
El primero de ellos, el haber comprendido el peligro que traía consigo la creación de armamento nuclear. El Tratado para la Proscripción de Armas Nucleares en América Latina y el Caribe, conocido como Tratado de Tlatelolco, cuya concepción y redacción, así como la labor internacional para lograr su aprobación, ratificación y entrada en vigor, fueron un mérito indiscutible de México y de su representante, García Robles; lo que convirtió a América Latina en un oasis en un mundo absurdo y que, además, le valió, entre muchas otras cosas, que le fuera otorgado el Premio Nobel de la Paz.
El segundo aspecto es la vocación humanista de García Robles en su participación en los organismos internacionales. Actuó a nombre de nuestro país y defendió los principios jurídicos de la política internacional mexicana.
Son muchos quienes han encontrado paz y piedad en nuestro país, cuando sus hermanos se los negaban en sus propios lares; son más los investigadores e historiadores que tendrán que buscar en los archivos y en las bibliotecas mexicanas parte de la historia de sus países; y, son innumerables quienes, bajo el suelo generoso de México, reposan tranquilamente.
Los derechos humanos, como la libertad y la justicia, siempre están en peligro. Es nuestra obligación velar permanentemente por su respeto y su defensa. La sociedad civil, tanto en México como en el mundo, ha asumido esa responsabilidad. Desde hace siglos y particularmente ahora, cuando pareciera que estos valores fundamentales están amenazados, se ha convertido en garante de la protección de aquellos que necesitan apoyo y auxilio.
La Universidad ha acompañado, durante toda su vida, esta gesta nacional. La institución en su conjunto, sus profesores, sus alumnos y su misión como consciencia crítica de la Nación manifiestan su vocación indeclinable por el derecho y la justicia.
México está agradecido con el trabajo que realiza su Universidad. Nosotros, los universitarios, estamos orgullosos de pertenecer a ella que ha sido, es y que seguirá siendo, la Casa de la Libertad.