Desde tiempos ancestrales, México ha sido un crisol de razas y un cruce de culturas. Durante el periodo en que se luchaba por la independencia, en el país recién independizado y hasta el presente, ha sido una puerta de acceso para todos los que de una manera u otra y por diversos motivos han llegado a él en busca de un sitio donde poder establecerse y lograr un hogar con la tranquilidad y la seguridad que sus compatriotas les negaban en sus lugares de origen.

Todo aquel que ha padecido el exilio y que ha llegado a nuestro país ha atestiguado la solidaridad del pueblo mexicano, ya sea que lleguen de manera individual o colectiva; de lugares cercanos o lejanos; a nuestras embajadas o a nuestras fronteras. Sin embargo, a pesar de esa gran variedad de grupos que se han integrado a México por ese motivo, el exilio por antonomasia sigue siendo el republicano español que llegó a partir de 1939.

Cuando alguien emigra, lo puede hacer por diversas razones como el mejoramiento económico, la búsqueda del perfeccionamiento artístico o cultural; a pesar de lo que implica abandonar su tierra de origen, siempre hay un factor de esperanza, de alegría. El exilio es diferente, este lleva una carga de amargura y tristeza, pues no solo se buscan mejores oportunidades, también se huye de la derrota, de la persecución y del peligro de muerte.

A los 85 años de haberse producido el exilio español, se puede hacer un análisis de lo que significó para México y para esa parte de España que se negaba a someterse a la tiranía y a la sinrazón.

Son destacables tres áreas distintas: el exilio intelectual, que no representaba arriba del 8% de los integrantes totales, pero cuyas obras artísticas y académicas han sido estudiadas y reseñadas ampliamente; las obras y creaciones del exilio, tales como El Colegio de México, el Ateneo Español de México, el Instituto Luis Vives y el Colegio Madrid, todas ellas instituciones mexicanas de origen español; y, por último, el resto de los integrantes de la migración que, de manera callada, discreta y permanente, han dejado una huella de liberalismo, de ética laica, de dedicación al trabajo y de voluntad de mantener unas raíces Ideológicas, pero sobre todo y, ante todo, de dejar patente una muestra fehaciente de su amor por México.

Profesor Facultad de Derecho, UNAM

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