La descabellada conspiración de hace unos días para derrocar a Maduro es una más de varias operaciones militares fallidas.
El primero de esos intentos ocurrió el 4 de agosto de 2018, cuando Nicolás Maduro pronunciaba un discurso en Caracas con motivo de la celebración del 81º aniversario de la Guardia Nacional, allí, dos pequeños drones comerciales con explosivos militares que sobrevolaban el evento explotaron sin lograr su objetivo. Tiempo después CNN mostraría imágenes de los preparativos del ataque, el ensamblaje de los explosivos y las prácticas con drones en los llanos colombianos. Otro evento se dio el 30 de abril con la llamada “Operación libertad” cuando Juan Guaidó lanzó un llamado en redes sociales para derrocar a Nicolás Maduro, contando con un grupo de 25 militares en las afueras de la base militar “La Carlota”, desde donde esperaba una oleada de levantamientos militares, lo cual nunca ocurrió, pero que sí obligó a que muchos militares opositores abandonaran el país en busca de refugio. En marzo de este año, en Colombia, se incautó un poderoso arsenal que estaba destinado para que los militares rebeldes lograran tumbar a Nicolás Maduro. El tema no habría pasado a más, de no ser porque días después del hallazgo el general exchavista Clíver Alcalá reconoció que él, con el apoyo de empresarios americanos, querían usar esas armas para una operación militar que se planeaba en contra del régimen venezolano.
Siguiendo esta secuela, el más reciente y estruendoso descalabro por derrocar a Maduro ocurrió en días pasados cuando militares venezolanos frustraron una incursión armada a través de las costas del estado de la Guaira (límites con Colombia), dando como resultado 8 muertos y 45 detenidos, entre ellos dos exmilitares estadounidenses. Esta intervención tiene de particular que es el resultado de una negociación con la contratista militar estadounidense SilverCorp. Ante esta serie de atentados son varios los aspectos que deben preocuparnos.
Por un lado, llama la atención que los principales líderes de la oposición venezolana nieguen haber participado en este nuevo intento de invasión a Venezuela. Mientras el estratega político J.J. Rendón sostuvo en una entrevista que si bien es cierto firmó la contratación de la intervención, dicho documento era exploratorio y que no llegó a ser ejecutado, por su parte Guaidó, rechazó en un comunicado tener relación alguna con la compañía de seguridad estadounidense, pese a que su firma aparece en el contrato. Lo extraño es que ambos líderes fueron mencionados por el general golpista Clíver Alcalá, quien en una entrevista para una emisora colombiana, luego del decomiso de armas ya señalado, refirió que no solo ambos políticos estaban enterados de la intervención, sino que además, la apoyaban abiertamente. Lo preocupante para la imagen de la oposición venezolana y el propio Guaidó, no solo es el documento, que esté su firma, sino todo lo que implica que ocurran este tipo de acciones militares en la región.
El otro aspecto que alarma es que Colombia se esté convirtiendo en el centro de operaciones de los militares opositores venezolanos y de la presencia de militares norteamericanos que apoyan dichas acciones. Aunque el gobierno de Iván Duque siempre niega su participación en planes militares, de todos es conocido el constante el liderazgo de este presidente y el partido de gobierno Centro Democrático, que dirige el expresidente Álvaro Uribe, para fomentar y apoyar la caída de Nicolás Maduro. Preocupa mucho el papel que ha venido jugando Colombia o que pueda tener Brasil, pues para la estabilidad y la futura paz de la región, ningún país se puede volver el patio trasero desde donde se gestionen invasiones militares.
Es de conocimiento público que Juan Guaidó y los demás políticos que encabezan la oposición han planteado en diferentes escenarios, entre otras opciones, la posibilidad de una acción militar más allá de la civil apoyado por su aliado incondicional, EU. Esto es de llamar la atención, pues si bien es cierto nadie puede negar la necesidad de que finalice el régimen de Maduro en Venezuela, por otra parte, nada justifica la intervención militar en un país para generar cambio de gobierno. Al permitir este tipo de prácticas, estaremos avalando que se pueda hacer una invasión armada en cualquier nación, bajo cualquier circunstancia, condenando con ello el derecho, que tanta sangre ha costado, de la autodeterminación de los pueblos, del respeto a la soberanía y, en especial, de la sobrevivencia de la democracia en América Latina y el Caribe.