El pasado domingo tuvo lugar la primera vuelta de las elecciones presidenciales del Ecuador, cuyos resultados plantean una serie de escenarios políticos que generan preocupación de cara al futuro del país andino.
Lo primero que debe señalarse es lo histórico de este “repentino” llamado a elecciones, que se da como resultado de la aplicación por primera vez de la figura de muerte cruzada - creada en el gobierno de Correa -, y que aplicó el presidente Guillermo Lasso, con lo cual acabó con la Asamblea (poder legislativo), evitando que se le hiciera juicio político por corrupción. Este hecho de por si histórico, marca un antes y un después en el ejercicio del poder del ejecutivo ecuatoriano y su incidencia como forma de resolver a futuro una crisis política o una situación de bloqueo institucional. Lo cierto es que hoy el país está sin Congreso desde hace más de tres meses con lo que ello implica.
Por otro lado, está el ambiente social en el que se dieron estas elecciones, pues se debe señalar que Ecuador vive uno de los peores momentos de violencia de los que se tenga noticias en las últimas décadas. A la grave crisis carcelaria ocasionada por el enfrentamiento de las bandas criminales que ha costado la vida a más de 400 presos en los últimos tres años, se suma el notable crecimiento y poder territorial de las mafias del narcotráfico en la sierra y la costa del pacifico, con evidentes vínculos con sectores empresariales y políticos. Los niveles de violencia son tan altos que algunos estudios hablan del incremento de homicidios por 100 000 habitantes que pasaron de ser 15 en 2017 a llegar a 26 el año pasado, a lo que se suma los atracos, secuestros y extorsiones que crecen día con día, haciendo que Ecuador sea hoy uno de los más violentos de la región. Quizás la evidencia más fuerte de esta violencia en el marco de estas elecciones ha sido los asesinatos de alcaldes, atentados contra funcionarios y el atroz crimen del candidato presidencial Fernando Villavicencio, que le dieron más tensión a estos comicios y, que no es raro suponer, tuvieron incidencia en los resultados electorales.
Que los ganadores de la primera vuelta fuesen Luisa González del movimiento progresista Revolución Ciudadana (33,30%) y un empresario neófito en la política como es Daniel Novoa del movimiento político Alianza Democrática Nacional (23,66%) dibujan un escenario político nuevo que no estaba considerado en las casas de apuestas electorales. Por un lado, son dos candidatos jóvenes que demuestran la aparición de una generación de candidatos políticos que refrescan el ambiente transformando el establishment electoral que se venía dando. En ese sentido, no es menor el hecho que la mayoría del padrón ahora está conformado por votantes entre 16 y 40 años.
De la elección de González -primera mujer que logra tanto porcentaje de votación-, hay que decir que se explica por el voto duro del correismo, que si bien fue mayoritario respecto a su contrincante, no varió mucho de lo que fueron las pasadas elecciones y este no crecimiento debe preocupar a la candidata y su partido de cara a la segunda vuelta. En el caso de Novoa, la gran sorpresa electoral, ayudó mucho su participación en los debates donde se mostró menos radical que los otros participantes y más propositivo.
Como están las cosas de nueva cuenta será una elección de correistas contra anticorreistas. De ganar González - Abogada y exdiputada que ya había trabajado en el sector público como secretaria de la Administración Pública de Ecuador-, quedará demostrado el poder de permanencia de Correa como una fuerza política dominante en Ecuador, pero para ello, tendrá la candidata que mejorar y fortalecer sus propuestas y ver si puede lograr adhesiones de otros sectores políticos, en especial, de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador, lo cual se ve bastante difícil. Novoa por su parte, hijo del rico empresario bananero y varias veces candidato presidencial Álvaro Noboa, tendrá a favor el apoyo de los actores políticos anticorreistas cuyo caudal electoral puede sin duda augurarle el éxito, sin embargo, debe saber desligarse de haber sido aliado de Guillermo Lasso, quien no goza de mucha popularidad por estos días.
Quien gané tendrá una presidencia muy corta, de año y medio, en ese sentido es muy grande el reto de consolidar un proyecto de nación, en unas circunstancias de alta violencia social y política. Para el pueblo ecuatoriano es fundamental que estas elecciones sean el camino para restablecer la confianza en los partidos y las instituciones públicas, en un país cuya democracia está en grave riesgo.