Por: Fernando Neira Orjuela

En América Latina ha venido haciéndose costumbre la persecución casi hasta la destrucción de los sectores opositores al gobierno en turno y Guatemala es ahora el mejor ejemplo de ello.

Con el inicio del proceso electoral que en este año debe elegir un nuevo presidente y vicepresidente, los sectores políticos y económicos tradicionales que han venido gobernando Guatemala en las dos últimas décadas no imaginaban los resultados de la primera vuelta. Para sorpresa de propios y extraños, ni la hija del dictador Efraín Ríos Mont, Zury Mayté Ríos Sosani, ni el presidente del Congreso de Guatemala y diputado durante 12 años Edmond Mulet quienes lideraban las encuestas pasaron a segunda Vuelta. La gran sorpresa la dio el líder progresista del partido Movimiento Semilla Bernardo Arévalo, que junto con Sandra Torres del partido de derecha Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), disputarán el máximo cargo del país centroamericano.

Como parte del actual juego democrático latinoamericano, algunos movimientos progresistas han logrado llegar a la presidencia, tenemos el caso más bien reciente del izquierdista Gustavo Petro en Colombia. Guatemala no tendría por qué ser la excepción, sin embargo, las élites dominantes y sectores ultraconservadores de dicho país han reaccionado violentamente ante el triunfo de Bernardo Arévalo. Y es que parece que este sociólogo de posiciones socialdemócratas experto en resolución de conflictos, hijo del expresidente histórico presidente Juan José Arévalo y quien lidera una lucha enorme contra la corrupción en las instituciones, puso temblar a la vieja política, esa que tiene sometida a Guatemala en la más aguda crisis política, económica y social.

La primera de las acciones fue que a pocos días de los resultados, nueve de los partidos en la contienda interpusieron denuncias legales alegando un supuesto “fraude”, por lo que pedían que se repitieran las elecciones, lo cual no prosperó al validar el Tribunal Supremo Electoral (TSE) lo ocurrido en la primera vuelta. Seguidamente, la Fiscalía Especial Contra la Impunidad (FECI), órgano del Ministerio Público, pidió a los jueces suspender a Semilla, lo que determinó que esta fiscalía allanara las dependencias del Tribunal Supremo Electoral para confiscar los expedientes relativos al Movimiento Semilla. Ante semejante atropello, el partido Semilla interpuso un recurso de amparo ante la Corte de Constitucionalidad de Guatemala que se los concedió. Pero las cosas no pararon ahí, en su feroz arremetida para destruir y deslegitimar los resultados electorales, esta semana la FECI con agentes de policía entraron a la sede de Arévalo, con la absurda excusa de posible afiliación ilegal de ciudadanos en el registro de constitución del partido.

Estas violentas manifestaciones son ejecutadas por entes gubernamentales como el Ministerio Publico y la Fiscalía, que deberían ser los garantes de la democracia, pero curiosamente sus titulares tienen acusaciones del Departamento de Estado de EE.UU. como

dos de los máximos responsables de la corrupción institucional en Guatemala. Es a través de estas dos corruptas instancias gubernamentales que el gobierno el turno y sectores dominantes de la política Guatemalteca buscan destruir el ascenso presidencial de Arevalo, ante la posibilidad de un triunfo en la segunda vuelta.

Pero ¿por qué es preocupante lo de que ocurre en Guatemala? Es lamentable porque al igual que lo que sucede en Venezuela y Nicaragua, parece que en América Latina se está volviendo costumbre que haya líderes políticos, partidos y élites, que están dispuestos a perpetuarse en el poder, aunque eso implique usar los poderes públicos para violentar las instituciones democráticas, acabar con el Estado Derecho, destruir por cualquier vía todo movimiento o actor político que atente contra sus intereses.

Que la elección de personas y partidos políticos por voto libre y secreto, elemento fundamental de toda democracia, pueda ser ahora anulada y modificada mediante argucias jurídicas, políticas y violentas, por quienes ven afectados sus intereses económicos y políticos nos coloca a un paso de la tiranía. Guatemala ha recorrido un largo camino buscando dejar atrás los horrores de la dictadura que tanto daño hizo, pareciera que hay quienes buscan ahora revivirla.

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