Después de una larga y angustiosa espera de seis años, el pueblo venezolano acudió en forma masiva a las urnas con la esperanza de que por fin se pudiera acabar el régimen de Maduro y dar inicio a un proceso democrático que llevara al país a un mejor mañana. El descontento generalizado por la situación económica y social, las encuestas a favor, el gran apoyo en las calles y en los diferentes lugares del mundo donde hoy residen miles de venezolanos, parecían indicar que esta vez sí se lograría, pero el comunicado del Consejo Nacional Electoral acalló a todas esas esperanzadoras voces, al anunciar como ganador a Nicolás Maduro.
Con una participación de apenas el 59% del padrón electoral compuesto por 21.3 millones de venezolanos, se dio el sospechoso triunfo del oficialismo que de inmediato generó el rechazo del candidato Edmundo González y de toda la oposición que él representa, así como de diferentes gobiernos internacionales.
El clamor unánime es que se muestren las actas, que se realice el conteo total de los votos, su verificación y se lleve a cabo una auditoría de carácter independiente con la presencia de observadores y veedores internacionales que den certeza sobre el proceso electoral. La forma en que se desarrolló toda la elección estuvo marcada por irregularidades de todo tipo, lo que hacía prever que el gobierno no permitiría la derrota, de ahí la preocupación y demanda internacional de que se transparente la votación.
Si no se logra dar legalidad a la nueva elección de Maduro como presidente, lo que viene para Venezuela es un camino aún más difícil del que ya ha recorrido. Por un lado, las protestas sociales y los cacerolazos no se han hecho esperar y es de suponer que continúen durante más días dentro y fuera del territorio venezolano.
Esto llevará a una mayor tensión entre diferentes sectores de la población con una previsible represión de las autoridades.
Por otra parte, al no haber un reconocimiento internacional de la elección, se esperan mayores sanciones económicas a las ya existentes, lo cual generará mayor inestabilidad social y económica, afectando como siempre a los sectores populares, que son los que sufren estas decisiones. Además, no se puede descartar que los flujos migratorios se incrementen, si bien no a los niveles de años anteriores, pero sí continuando con esa constante migratoria de cientos de venezolanos que buscarán mejores destinos, siempre en condiciones de alta vulnerabilidad.
Finalmente, debe destacarse el impacto político regional. Por un lado, está generando división entre los gobiernos de izquierda de la región. Se observa cómo a los posicionamientos de rechazo de figuras como el presidente Boric en Chile y el mismo Lula da Silva, y los discursos más sosegados de los mandatarios de Bolivia, Colombia y México, se contrapone el apoyo total de los gobiernos de Cuba y Nicaragua. En términos geopolíticos Venezuela, seguirá siendo el factor de confrontación de Estados Unidos, Rusia y China, a quienes lo único que les interesa son las reservas petroleras del país sudamericano.
El pueblo venezolano necesita que se esclarezcan estas elecciones y sobre todo requiere con urgencia tener el derecho a tener un futuro, la posibilidad de que las nuevas generaciones puedan vivir en un país libre, próspero y democrático.
Investigador del CIALC-UNAM