El pasado domingo Bernardo Arévalo del movimiento progresista Semilla obtuvo un rotundo triunfo en las elecciones presidenciales en Guatemala, al imponerse con un 58.1% sobre la ex primera dama Sandra Torres, que representaba los sectores más conservadores y quien solo alcanzó un 37.24%.

Estos resultados dibujan un nuevo mapa político en el país centroamericano, donde debe destacarse el rápido crecimiento que tuvo como candidato Arévalo quien se ubicó en el segundo lugar en la primera vuelta, mientras las encuestas le daban el séptimo u octavo puesto. Para su triunfo fue muy importante el Movimiento Semilla, partido que nace en 2014 con algunos académicos de élite y como un grupo de análisis que preocupados por la situación de su país buscan construir la paz, promover la unidad y favorecer la reconciliación entre los guatemaltecos. Con una visión de largo plazo, desean actuar para construir una democracia participativa, impulsar un desarrollo incluyente y equitativo con una economía humana. De esta manera, estamos ante un movimiento que desde la socialdemocracia intenta vincular ciertas élites, atraer también a individualidades y que se definen abiertamente de izquierdas o incluso liberales adaptando sus postulados a la situación que vive Guatemala hoy.

No fue un camino fácil llegar al triunfo presidencial, porque además de lograr el posicionamiento político y social del movimiento, se tuvo que soportar las persecuciones políticas y judiciales del gobierno y los sectores tradicionales, que desde sus inicios los vieron como amenaza a sus intereses. Varios de sus fundadores tuvieron que salir del país y soportar la persecución y las acusaciones no fundamentadas de la Fiscalía Especial Contra la Impunidad (FECI), órgano del Ministerio Público, desde donde buscaba el gobierno parar el movimiento para contribuir a la elección de continuismo de Sandra Torres. Los resultados muestran el hartazgo del pueblo guatemalteco contra lo que fueron casi cuatro décadas de gobiernos de derecha, que no mostraron actuar en favor del pueblo y sí en beneficio de los intereses de la oligarquía. La baja participación del padrón electoral con un 55% de abstención muestra también el descontento de los votantes por el gobierno y los partidos políticos.

Sin tachas en su carrera política y con un carácter ampliamente conciliador, el nuevo mandatario Guatemalteco pasa a ser el presidente más progresista de las últimas cuatro décadas, quien además es hijo del también presidente Juan José Arévalo de León Bermejo (1945 y 1951) -considerado uno de los mandatos más eficientes en la historia del país-, ha señalado desde su campaña las directrices de su gobierno. Un objetivo importante es acabar con tantos años de corrupción que han carcomido los partidos y el Estado guatemalteco, para lo cual busca eliminar recursos superfluos, promover la austeridad, fortalecer los sistemas de auditorías y compras públicas; en lo económico plantea un nuevo pacto fiscal, revisión de pagos de impuestos y control de la evasión; en lo social se pretende una mayor inversión y mejor redistribución de recursos públicos, fortalecimiento del campo; en temas de seguridad, uno de los grandes flagelos del país, quiere profesionalizar el sistema de inteligencia para combatir de manera eficaz el crimen organizado; desea implementar una reforma educativa integral e intercultural; en salud mejorar el sistema en general y crear red de farmacias públicas con medicinas más baratas rompiendo el monopolio de las farmacéuticas. Gran interés tendrá el tema ambiental con la recuperación de bosques nacionales, comunales, municipales y privados.

Los retos no serán pocos: por un lado, está todo el tema judicial hacia su movimiento aún sin resolverse; la seguridad no es algo menor, no solo por los altos índices de violencia sino por la notoria presencia del narcotráfico en el territorio; la gobernabilidad no será fácil por el gran poder político y económico de tantos años de los sectores como los grandes empresarios tradicionales, la iglesia evangélica y el sector militar, quienes no le harán fácil el camino; en materia social el problema de la pobreza y la gran desigualdad social no es menor y, con ello, el tema de la crisis migratoria requerirán gran atención para recuperar la confianza del pueblo; en materia económica hay que crear condiciones de apoyo y certeza jurídica para atraer inversiones locales y extranjeras.

Los resultados electorales del pasado domingo es una muestra de cómo el pueblo guatemalteco busca dejar atrás la huella de genocidio y violencia que marco su historia y le apuesta por un cambio que le permita a esa gran mayoría indígena, campesina y pobre tradicionalmente excluida, contar con un gobierno capaz de mejorar su situación, que pueda llevar a cabo de forma efectiva la construcción de un país mejor.

Investigador del CIALC-UNAM

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