El 25 de noviembre el INEGI publicó la medición actual del PIB, y la perspectiva no es halagüeña. De acuerdo a lo publicado, la recuperación económica se habría estancado y en el corto plazo no fue posible volver a los niveles prepandemia de 2021.

El PIB al tercer trimestre de 2021 se contrajo (-) 0.2% real trimestral respecto al trimestre previo y creció 4.8% real anual respecto al tercer trimestre de 2020.

El crecimiento anual de 4.8% respecto a 2020 no es en realidad crecimiento sino un “rebote parcial”, ya que en el mismo trimestre de 2020 la economía se contrajo un 8.7% anual, posterior a una contracción de 18.7% anual en el segundo trimestre de 2020.

El PIB aún no ha alcanzado el nivel en el que se encontraba al inicio de la pandemia de COVID-19. Actualmente se encuentra cercano a la cifra del tercer trimestre de 2016.

La última cresta en la gráfica del PIB nacional se registró en el tercer trimestre de 2018, por lo que la economía mexicana aún tiene un largo camino antes de recuperar el tamaño y el recorrido o trayectoria de largo plazo que se interrumpió a partir de ese momento.

Aunque el actual estancamiento destaca por su profundidad, la economía mexicana ha padecido durante décadas de un “freno” autoimpuesto, que se manifiesta en un crecimiento raquítico, que ha promediado un 2% anual desde 2014.

El único referente de un crecimiento robusto en México, data de los años 1940 a 1980, el período conocido como “desarrollo estabilizador”, en el que confluyeron diversas circunstancias que no sólo permitieron, sino que detonaron un crecimiento sin precedentes en la región.

Los factores que confluyeron para que México creciera durante esa época no son un misterio, y constituyen una “receta” para recuperar el crecimiento.

Sin pretender profundizar en el tema, se puede afirmar que los resultados favorables del periodo del desarrollo estabilizador, en cuanto al crecimiento y la estabilidad, se atribuyen tanto a las causas externas (auge y estabilidad mundial), como a causas internas como las transferencias del campo a la industria, pues las altas tasas de rentabilidad en el campo, en conjunto con la situación mundial, fueron creadoras de las condiciones necesarias para un crecimiento sostenido.

Simultáneamente, una rápida industrialización del país, al amparo de regulaciones que evitaban su “canibalización” por parte de las importaciones, junto con el nacimiento de un robusto sector de servicios nos llevó a fortalecer los ingresos de la población, lo cual creó un círculo virtuoso que continuó vigente hasta la década de los 80’s.

En dicha década, el cambio de modelo económico (motivado por la presión internacional frente a la irresponsabilidad fiscal del Gobierno), llevó a México a convertirse en un país de bajo crecimiento económico, al detener la expansión de la clase media mediante condiciones que nos llevaron a convertirnos en una economía “de segunda”, en específico, la adopción de medidas “globalizadoras” contrarias al interés nacional, destacadamente las postuladas por el llamado “Consenso de Washington”, que estableció el actual modelo maquilador, desindustrializador, de alta dependencia del extranjero y el corporativismo.

El actual modelo económico de México, si bien le da la espalda expresamente al neoliberalismo, conserva el freno que constituyen algunas de las prácticas consolidadas en los 80’s y 90’s del siglo pasado, como pueden ser las siguientes:

-Alta prevalencia de monopolios públicos y oligopolios privados, manejados por aliados políticos o personeros de los mismos gobernantes.

-Una apertura indiscriminada al exterior, sin protección a sectores subdesarrollados de nuestra economía, principalmente el campo y las manufacturas.

-La falta de crédito, provocada por la existencia de un sistema bancario y financiero minúsculos, que prestan al sector privado solo un 38% del PIB, mientras nuestros principales competidores invierten mucho más (EEUU - 216.3%; China - 182.4%; Canadá - 124%).

-Las altas tasas de interés que establece el Banco de México, justificándose en su estatuto que le faculta exclusivamente a mantener el poder adquisitivo de la moneda, sin buscar el crecimiento de la economía, por lo cual encarecen el costo del dinero y el crédito aún en contextos de decrecimiento real de la economía.

-La baja inversión productiva por parte del sector público.

Estas cinco circunstancias remanentes del neoliberalismo, los famosos “frenos” a los que aludimos, fueron el “caldo de cultivo” que ha alejado a la inversión privada, provocando una baja inversión a PIB, la pérdida del poder adquisitivo del salario, mientras se facilitaba una mayor concentración de la economía, en pocas manos cercanas al gobierno.

Afortunadamente, estas circunstancias pueden ser modificadas mediante acciones puntuales por parte del Estado Mexicano, como pueden ser las siguientes:

1. Fortalecimiento de la COFECE, para la búsqueda de condiciones de competencia perfecta en los sectores energético, bancario y financiero, de la construcción, telecomunicaciones, minero, pesquero, agroindustrial, aeronáutico, carretero, de infraestructura de cuota y de servicios digitales, junto con un decidido aumento del número de participantes en estos sectores, mediante la eliminación de barreras de entrada y la invitación proactiva a nuevos inversionistas.

2. Protección al campo y las manufacturas nacionales, mediante la renegociación de aspectos clave en tratados internacionales, para alcanzar un comercio bilateral justo.

3. La reducción de barreras de entrada al sistema bancario y financiero, con el objetivo de multiplicar la existencia de bancos, bolsas de valores y otros mecanismos de financiamiento al sector privado, junto con una decidida reducción de la demanda de crédito por parte del gobierno a la banca privada (para evitar el actual “crowding out”).

4. Facultar al Banco de México para buscar también el crecimiento económico y el empleo, mediante un sencillo ejercicio de modificación de su estatuto interno, actualmente contrario al artículo 25 Constitucional.

5. El incremento de la inversión productiva del sector público, de un actual 18% del gasto programable, a un 30% del mismo.

Consideramos que México tiene todo para crecer, sólo basta que las instituciones y regulaciones principales de la economía, se ajusten a lo que mandata el artículo 25 de la Constitución en su primer párrafo:

“Corresponde al Estado la rectoría del desarrollo nacional para garantizar que éste sea integral y sustentable, que fortalezca la Soberanía de la Nación y su régimen democrático y que, mediante la competitividad, el fomento del crecimiento económico y el empleo y una más justa distribución del ingreso y la riqueza, permita el pleno ejercicio de la libertad y la dignidad de los individuos, grupos y clases sociales, cuya seguridad protege esta Constitución. La competitividad se entenderá como el conjunto de condiciones necesarias para generar un mayor crecimiento económico, promoviendo la inversión y la generación de empleo.”

Es indispensable que el Gobierno Federal reconozca que el camino de la recuperación económica es el mismo camino que nos llevará a un crecimiento sostenido. Las medidas actualmente urgentes, son las medidas de fondo que requerimos desde hace décadas.

Empresario y presidente de la Asociación Nacional de Empresarios Independientes (ANEI).

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