La principal incógnita sobre las próximas elecciones ya no es quién ganará la mayoría en la Cámara de Diputados, sino ¿qué hará el presidente? De acuerdo con las encuestas, Morena y sus satélites perderán la mayoría calificada e incluso podrían perder la mayoría absoluta.
Sin embargo, el gobierno y su partido han caído en su propia trampa al convertir la elección en un referéndum sobre la gestión de López Obrador. Al apostar todo a una carta, la derrota de Morena será la derrota del presidente. ¿Aceptará que perdió a pesar de estar en la plenitud del poder? Nunca ha admitido una derrota, ni cuando perdió en Tabasco por una diferencia de 4 a 1 frente a Salvador Neme Castillo, en la elección por la gubernatura de Tabasco.
De manera irresponsable y peligrosa, el presidente y sus allegados, utilizando todo el aparato del Estado y los medios de comunicación afines, han puesto en circulación una narrativa que, eventualmente, podrían utilizar para alegar fraude donde quiera que pierdan, especialmente en Guerrero, Michoacán y Nuevo León. Andan diciendo que el INE no es el árbitro de la contienda, sino un jugador más. Al estilo de Donald Trump, buscan sembrar entre los suyos la idea de que pierden no porque sean ineptos para gobernar, sino porque les hacen trampa. Ya hemos visto muchas veces que son capaces de sacrificar al país entero antes que aceptar sus errores.
Hoy por hoy resulta evidente que al presidente se le está cayendo el teflón. Su decisión de extender un manto de impunidad sobre Marcelo Ebrard, Claudia Sheinbaum y Mario Delgado después de la tragedia en el Metro, la cual costó 26 vidas, tuvo un alto costo electoral, sobre todo porque el Jefe del Ejecutivo mandó al carajo la solidaridad con las familias de las víctimas. El daño fue severo, tanto que dos semanas después, en un intento por controlar los daños, pidió perdón -“como persona, no como autoridad”- pero no hizo nada para castigar a los responsables políticos del desplome del Metro.
El presidente y su partido entraron sobrados a la contienda electoral. Su triunfo no sólo parecía evidente, sino abrumador. Pensaban que ganarían 14 de las 15 gubernaturas y que, por lo menos, ratificarían la mayoría calificada para hacer cambios a la Constitución sin tomar en cuenta a los demás. Esa confianza hizo que Morena postulara en muchos estados, municipios, distritos locales y federales, incluso en planillas para los cabildos, a verdaderos impresentables. Algunos de ellos, incluso señalados públicamente por tener nexos con el narcotráfico, uno de los sectores privilegiados por el gobierno. En muchos lugares la ciudanía expresó su descontento, el cual puede reflejarse en los resultados electorales. El costo político de esas decisiones lo pagará la imagen del propio presidente porque su partido no lo cuido.
Los ciudadanos cada día están más informados y cada día descubren las muchas ruinas que va dejando a su paso. Sobre todo, se dan cuenta de que el gobierno ha adoptado la mentira como una política de Estado. Un ejemplo reciente: la Secretaría de Economía presumió que la inversión extranjera en el primer trimestre de 2021 había aumentado 14.8% pero el Banco de México, organismo que tiene las cifras reales, reveló que en realidad había caído 29.2%, el peor descenso desde 1995. En el mismo sentido, la inversión privada de capital cayó 20 por ciento, la peor caída en 25 años. La inversión pública también se fue para abajo. En otras palabras, no hay manera de generar empleos en el corto plazo.
Morena va a la baja porque los ciudadanos están resintiendo los efectos del mal gobierno. La realidad está haciendo añicos los sueños de grandeza del presidente. Hay muchísimos datos que lo demuestran. En este gobierno no se ha creado un solo empleo nuevo. Hoy tenemos 300 mil empleos menos que en noviembre de 2018, y eso que prometieron un millón 200 mil empleos por año, más dos millones de empleos en nueve meses para enfrentar la crisis agravada por la pandemia.
En este gobierno, los hospitales públicos padecen una brutal escasez de medicinas, los recién nacidos se quedaron sin las pruebas de tamiz, los bebes sin vacunas, los niños y las mujeres con cáncer sin medicinas ni tratamiento. Al mismo tiempo, 13 millones de personas con ingresos medios pasaron de la clase media a la pobreza salarial, es decir, lo que ganan no le alcanza para comprar la canasta básica alimentaria.
En resumen, en las urnas se encontrarán las fantasías del presidente frente a la dura realidad. ¿Qué hará el presidente ante su derrota? Esa es la incógnita.
Vocero del PAN