Una característica común entre los dictadores es el desprecio a la vida ajena. Envueltos en el manto de la megalomanía, jamás reparan en los costos de sus obsesiones pues creen que basta su voluntad para transformar la realidad. El presidente López Obrador tiene la obsesión de no repetir lo que se hizo en los gobiernos pasados para hacer creer a sus fieles que la nueva historia empieza con él. Su comportamiento frente al coronavirus es un eslabón más en esa cadena.

Muchos critican al presidente López Obrador por su posición ante la pandemia del coronavirus, pero en realidad, una vez más, el Jefe del Ejecutivo es congruente consigo mismo. A la luz de sus actos pasados, esa actitud era totalmente previsible y en ella se mantiene, a pesar de que sus vecinos del norte y del sur han cerrado sus fronteras a los vuelos provenientes de Europa y China. Su gobierno ofrece recibir esos vuelos y él recomienda “abrácense, no pasada nada”.

Una vez más, se confirma que al presidente no le importa el dolor de los demás. Lo demostró desde el principio, con la cancelación de las guarderías infantiles, los comedores populares y los refugios para las mujeres golpeadas. Lo demostró ante los feminicidios con su enojo porque el tema le quitaba atención a la rifa que promueve. La escasez de medicinas para mujeres y niños con cáncer en hospitales públicos lo confirma diariamente.

Su actitud frente al coronavirus es congruente con las acciones de su gobierno: no le importa que haya muertos si a cambio puede defender su obsesión de no repetir lo que se hizo en el pasado con el AH1N1, sólo porque lo hizo un gobierno panista. Si usted lo duda, basta con subrayar los efectos negativos que están sufriendo millones de mexicanos, a lo largo y ancho del país, por la desaparición del Seguro Popular. En los periódicos de los estados continuamente se pueden leer noticias de niños fallecidos en hospitales públicos por falta de medicinas.

Al presidente tampoco le importa que mueran decenas de miles de mexicanos como consecuencia de la violencia del crimen organizado. Su política de “abrazos, no balazos” lo único que ha provocado es más muertos, hasta alcanzar un récord en el presente siglo, y más impunidad, incrementando los feminicidios un diez por ciento. El gobierno ha empoderado a los cárteles de la droga con la liberación del hijo de El Chapo Guzmán en Culiacán.

Con su actitud frente a la pandemia, el presidente López Obrador ha colocado a México en el grupo de las dictaduras de Corea del Norte y Nicaragua, que niegan la peligrosidad del virus. Se quedan solos, luego de que otros dos populistas abandonaron el barco de la negación: Donald Trump, presidente de Estados Unidos, y Jair Bolsonaro, de Brasil. Ahora, las medidas más radicales de contención las está tomando precisamente el vecino del norte.

Al presidente no le importa la muerte de cinco personas por medicamentos contaminados que fueron comprados por Pemex (dirigida por un amigo y paisano suyo) a un proveedor que ni oficinas tiene, pero que posiblemente resulte, si hubiera investigación, un morenista reconocido en Tabasco. Los familiares hablan de 18 muertos por esa causa, pero no hay ninguna investigación hasta el momento. Ni la Comisión Nacional de los Derechos Humanos ha tenido acceso a la información, y eso que hay ahí a una presidenta encargada de cuidarles las espaldas.

Una prueba más del desprecio por la vida de los demás está en las declaraciones del subsecretario Hugo López-Gatell, quien dijo que México estaría en posibilidad de recibir los vuelos de Europa a Estados Unidos, suspendidos por Donald Trump. Este ofrecimiento es descabellado, pero es congruente con el desprecio que tiene el gobierno hacia la vida ajena.

En este aspecto, en su obsesión, López Obrador se parece a Mao, quien, bajo el lema “darlo todo” y “apuntar más alto” embarcó a China en el Gran Salto Adelante y acusó a todos los opositores de reaccionarios. El proyecto fue un desastre y decenas de millones de campesinos murieron de hambre mientras los graneros estaban llenos. Sesenta y dos años después, en México ocurre algo similar: el gobierno cruza los brazos ante el coronavirus, a pesar de la experiencia acumulada para enfrentar el AH1N1.

Este gobierno es profundamente inmoral al privilegiar sus prejuicios ideológicos por encima de la realidad y la vida de las personas.

Vocero del PAN

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